Historia · Personajes

Biografía del alemán Lothar Herold

Montañista, explorador y viajero, profesor de geografía y de idioma, llego a la Argentina en 1938 , contratado por el gobierno alemán para ejercer la docencia

Por José Herminio Hernández. Montañista, Coronel (RE)

Edición: CCAM



Nació en Berlín, Alemania, el 30 de enero de 1912. Llegó por primera vez a la República Argentina, en el año 1938, dedicándose a la docencia.

Lothar Herold, cuya profesión era profesor de geografía y de idioma, fue contratado por el gobierno alemán para ejercer su docencia en nuestro país, Argentina, en un colegio de alumnos de origen de aquel país, Alemania.

Lothar Herold en la montaña, 1946


Pero que mejor dar paso con sus propias palabras, respecto a aquellos recuerdos y experiencias de los primeros años en la docencia y de las anécdotas primeras, de su pasaje en Argentina: En el año 1937, firmé con el Ministerio de Relaciones Exteriores, en Berlín, un contrato con la Asociación de Colegios Alemanes de Buenos Aires, en la República Argentina, como maestro para el idioma alemán. Para ello, el Ministerio de Cultura del Estado de Prusia, me otorgó la licencia correspondiente por cuatro años a partir de las Pascuas de 1938, y quedé asignado al Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania. En el contrato se me asignaba a la Escuela Hogar en Verónica, creada por 19 escuelas de la comunidad, en el año 1937.

Llegué a Buenos Aires, en mayo de 1938. Estuve muy ansioso de conocer el lugar de mi futura actuación, la Escuela Hogar, en Verónica. Mi equipaje, una gran cesta y tres valijas; ya la habíamos retirado de la aduana y despachado por tren a Verónica. Yo hice el viaje de 140 kilómetros con el secretario, el señor Worlicek, en su coche oficial. Llegamos a la somnolienta ciudad campestre de Magdalena, capital del Partido de Magdalena, que cubría la costa Sur del Río de la Plata y parte de la siguiente costa del Atlántico, en una profundidad tierra adentro de 40 kilómetros. Verónica, era parte de este partido como también los demás pequeños pueblos que se formaron a lo largo de la línea férrea, que se extendía a 10 o 20 kilómetros de distancia siguiendo la costa del río de la Plata, llegando hasta los bancos de conchilla de Pipinas, donde se erigió una fábrica de cemento.

El pueblo de Magdalena ya existía antes de la construcción del ferrocarril y perdió en importancia al construirse esa trocha. Vive más que nada de la administración del partido.

Seguimos viajando unos 50 kilómetros por la ruta costanera, al pasar un pequeño poblado llamado Punta del Indio, salimos de la ruta hacia la derecha, tierra adentro ahora sobre una calle consolidada elevada. Un letrero rezaba: Verónica a 10 kilómetros! Aliviados gozamos del atardecer. A los cinco kilómetros, pasamos por unos edificios plenamente iluminados. Era la Base Aeronaval de Punta del Indio, la base de la marina que, según el señor Worlicek, tenía el fin de vigilar la entrada al Río de la Plata. La pista de aterrizaje se encontraba detrás de los edificios. A los cinco kilómetros, llegamos a la estación de Verónica ahora a oscuras. Dos kilómetros más, por las amplias calles de Verónica y llegamos a la Escuela Hogar. Pasamos por un gran portal con la inscripción Quinta Escolar – Schullandheim, seguimos por un paseo bordeado de altos eucaliptus. El matrimonio de administradores señor y señora Grötschel, nos recibieron.

Izq.: Lothar Herold director en la quinta escolar 'Verónica'. Der.: Alumnos de la quinta escolar


Después de una acogedora cena de a cuatro, me mostraron mi dormitorio y lugar de trabajo. Con alegría me encontré con mi equipaje que el señor Grötschel había retirado de la estación con el carro tirado por caballos.

El largo viaje había terminado. Mi destino de trabajo alcanzado. Un profundo sueño puso punto final al último día de viaje tan lleno de experiencias e impresiones.

A la mañana siguiente, -era un domingo- me levanté temprano. Una mirada hacia afuera desde mi pieza a nivel del terreno, me hizo ver un gran patio. A la derecha estaba limitado por una hilera de eucaliptos de casi 30 metros de altura y en frente lo cerraba una triple hilera de aromos amarillos en flor. El patio estaba afirmado con conchilla.

Atravesando una amplia galería, llegué al comedor y salón de usos múltiples y de allí a la cocina del Hogar, en la cual, saludé informalmente a mis futuros colaboradores. El matrimonio Grötschel, inmigró hace 15 años desde Silesia. Él había adquirido experiencias en dos estancias, hasta que adquirió una chacra en la que construyó su primer rancho, la típica vivienda argentina hecha de adobe. Ahora habían aceptado ser los administradores de la Escuela Hogar. Él, se dedicaba a las 18 hectáreas con sus plantaciones, con dos caballos de tiro, gallinero y chiquero. La señora Grötschel, administraba la cocina y las instalaciones. Su ayudante era la señorita Gustl Wöhning, que hablaba el castellano a la perfección y era hija de antiguos inmigrantes residentes en Verónica. Al final, aparecieron el señor Worlicek y la maestra y directora de la escuela de inmigrantes, que hablaba algo de alemán.

Esta escuelita funcionaba desde comienzos del año escolar, en marzo de 1938, en un anexo agregado a la vieja casa de los inmigrantes.

Compartía el trabajo con mi colega argentina, la señorita Anita Schreiber, de buenos Aires. A través de una amena conversación en la acogedora cocina-comedor, nos fuimos conociendo. Esta cocina la usábamos para comer en conjunto cuando la escuela no estaba ocupada.

El señor Worlicek, se ocupaba de sus tareas administrativas, pagar sueldos, pagar cuentas pendientes de las compras corrientes y de algunos trabajos hechos por profesionales externos. Luego, mi primer amigo y asesor en América se despidió y partió a Buenos Aires. Yo hice mi primera visita al predio de 18 hectáreas, que sería mi lugar de trabajo como director responsable durante los próximos cinco años afectados por el estallido y desarrollo de la guerra.

Tomas Kopp y Lothar Herold, cuando subieron el volcán Lanín


Cierta mañana, los alumnos porteños habían salido a dar una caminata; Anita Schreiber y yo, estábamos dando clase, ella en castellano y yo en alemán. En ese momento vi entrar por la alameda, el viejo coche que servía de taxi en el pueblo de Verónica. Bajaron de él, el director del colegio estatal de Verónica, el señor Cerboni, al cual, yo le había hecho una visita de cortesía, una señora muy resuelta de mediana edad y su acompañante. De inmediato me di cuenta, que se trataba de una inspección oficial. Hacía poco había consultado al agregado cultural de la embajada, sobre cómo debía actuar en uno de estos casos. Ud. se retira, para estos casos la persona relevante es la directora argentina, la señorita Schreiber. Sin embargo a mí, me quedó claro, que la inspectora no quería ver a la maestra normal argentina, sino al nuevo profesor de alemán! Los tres visitantes ingresaron al aula de la señorita Schreiber. Yo finalicé mi clase y despaché a los alumnos al recreo. Me acerqué con disimulo a la galería de la casa de los colonos donde estaba sentada a una mesa la inspectora con el libro de inspección. Al lado parada muy nerviosa y pálida la directora Schreiber.

humildemente, recibiendo apenas una furtiva mirada. Ostensiblemente algo andaba mal. Mis conocimientos del castellano me permitieron entender casi todo, pero el expresarme me era difícil. Decidí quedarme cerca, aunque el mundo se viniera abajo.

La mirada de la señora inspectora, se dirigió a los posters colgados en la galería. Eran vistas de ciudades alemanas. Todo de Alemania! criticó enérgicamente.

Reunimos a los 30 alumnos en un aula. La inspectora se sentó en el pupitre. De las paredes colgaban las fotos reglamentarias de los principales próceres tales como Belgrano, San Martín y Sarmiento. La maestra que acompañaba a la inspectora comenzó a interrogar a los alumnos sobre la vida y obra de estos próceres. El resultado fue perfecto. Luego la situación se tornó crítica: irónicamente la maestra preguntó si también conocían a los patriotas alemanes. Los alumnos titubearon. Les costaba cambiar de una idiosincrasia a la otra! Se presentó una situación muy embarazosa. A mediados de 1938, la situación política mundial era muy complicada. La propaganda mundial contra Hitler, estaba en pleno auge en cines, radios y diarios. En los colegios germano-argentinos hacía rato que no se hablaba de Hitler. Por otro lado, cada familia alemana escuchaba a la noche la emisora alemana para estar al tanto de la situación mundial.

La maestra agresiva insistió con su interrogatorio sobre patriotas alemanes. Por fin, un pibe rubio de la familia Bischof, me miró interrogante y dijo titubeando: Hitler!.

De izq. a der.: Schade, Herold y sentado Kopp, contemplando la cima Sur del Aconcagua


Se produjo un silencio sepulcral. Todos me miraron con caras interrogantes y a mí se me escapó: Ese nombre lo conocen de la radio, no del colegio! Mi intercalación fue aceptada con silencio.

Siguió preguntando la inspectora: ¿Y conocen el Himno Nacional? Tengo que intercalar: El Himno Argentino es una obra musical clásica con preludio instrumental (fanfarria y banda), tiempos muy diferentes, en dos tonalidades, e incluso dos partes cantadas muy diferentes entre sí. En mi pequeño acordeón yo lo podía tocar únicamente en una tonalidad y así lo habíamos ensayado. La señorita Schreiber, me imploró con la mirada y los alumnos pusieron cara expectativa.

Yo preveía una catástrofe. ¡Tocar el himno tan venerado en un instrumento tan diminuto y popular podía ser tomado a mal!
Pero no me quedaba otra. ¡Tenía que afrontar la situación! Saqué el instrumento de su estuche y me concentré en lo mío. ¡Los alumnos se pusieron de pié automáticamente!

Ejecuté el marcial preludio y entonces entraron a cantar con vigor los alumnos con sus claras voces de niños:
Oíd mortales el grito sagrado,
 Libertad, libertad, libertad!

Los niños entonaron la canción patria a la perfección. ¡Yo tampoco le chingué! Bajé aliviado el acordeón y esperé la reacción de la distinguida Dama.
¡Oh milagro! La Señora se me acercó eufórica. Un poco más y me abraza: ¡Lo felicito de todo corazón! ¡Veo que respetan nuestras costumbres y tradiciones! Había cambiado completamente de actitud. ¡Era la simpatía personificada!

El resto de la inspección transcurrió en perfecta armonía. Le presentamos a la señora algunas exhibiciones gimnásticas, que fueron aplaudidas eufóricamente y la comitiva se despidió.

Dos meses más tarde nos llegó la autorización oficial como Escuela particular de Verónica.
A fin de cada año nuestros alumnos eran examinados por maestras de escuelas estatales. Siempre todos nuestros alumnos fueron promovidos de clase.

En el año 1941, nos llegó una misiva del Consejo Provincial de Educación, el colegio había crecido, teníamos 100 alumnos y cuatro maestras. Nos propusieron darle al colegio un nombre alemán pero que fuera de algún prócer que tuviera méritos para con la República Argentina.

Elegimos el nombre de Friedrich Froebel, creador mundialmente conocido de los jardines de infantes. Conocida como Escuela Friedrich Froebel, trabajamos con éxito hasta la confiscación de todos los colegios alemanes, en el año 1945.

Vivió como profesor de geografía y de idioma, durante cinco años en Verónica, tres años, en Misiones y veinte años, en la Capital Federal.

En el valle de Horcones, Kopp y Herold, en el año 1946-1947


Un amante  de las montañas

Cuando llegó a la Argentina, trajo incorporadas las palabras del científico y explorador alemán, Alejandro von Humboldt, que fueron para Lothar Herold, su guía para la vida, su impulso y su compromiso y que expresaba: Era mi deseo ver de cerca una Naturaleza salvaje, grandiosa y múltiple, en sus acontecimientos; era la esperanza poder reunir algunos datos útiles para el progreso del saber humano lo que impulsó mis deseos hacia esos hermosos países. Fue así que sus observaciones, le permitieron escribir un libro cuyo título es: Argentina, guía de viaje con datos geográficos, editado en Münich, en el año 1959 y hasta el año 1978, se reeditaron cinco publicaciones.

Con motivo de varios cruces que realizó de la cordillera de los Andes, se familiarizó con ella y también, fue cautivado por ésta. Descubrió por primera vez el cerro Aconcagua, en el año 1939. En el mes de enero de 1941, se dio cuenta de su capacidad para adaptarse a la altura, dado que en un viaje hacia Bolivia, junto a dos compañeros, ascendieron el cerro Potosí, sin dificultades para él. Su pulso se mantenía bajo, pese a la altura.

En el mes de enero de 1945, acampó junto a Thomas Kopp y Emil Vogel, en las estribaciones del volcán Lanín, durante tres semanas. Mientras Kopp, se encargaba del estudio y observación de la flora, él se encargaba de la geomorfología y de los ventisqueros del cerro. Ascendieron a la cumbre y repitieron esa ascensión días más tarde, y antes de concluir la misma y luego de hacer un análisis de las factibilidades del cerro Aconcagua, se prometieron encontrar, a finales de ese año, en Puente del Inca.

Como los tres vivían en el llano, su entrenamiento consistía en natación, ciclismo y caminatas; Emil, vivía en la llanura chaqueña, Thomas y Lothar, en la selva misionera, dado que eran docente en esas regiones.

Subida a la cumbre Sur Kopp y Herold, 1947


El desafio del Aconcagua

En la Navidad de 1945, Thomas, Emil y Lothar, cumpliendo la promesa, nuevamente se encontraron reunidos en Plaza de Mulas. Del 1ro al 4 de enero de 1946, intentaron alcanzar la cumbre del Aconcagua, directamente por el Gran Acarreo, pero no pudieron. Pero el 8 de enero de 1946, se estrechaban en un abrazo, los tres en la cumbre principal del cerro.

Luego, el 14 de enero, lo hacían en el cerro Catedral, de 5.310 metros SNM (cerro satélite del Coloso).

Nuevamente, en año nuevo, pero del año siguiente, se encontraron en Plaza de Mulas. Esta vez fueron de la partida, Thomas, Lothar y el nuevo integrante Karl Schade.

El 6 de enero, estábamos en el refugio Plantamura, que había sido erigido el mes de febrero de 1946, por la expedición militar del Teniente Primero Valentín Ugarte.

El 7 de enero de 1947, junto a Thomas Kopp, coronaban por primera vez la cima Sur del Aconcagua, yendo por la cresta que une ambas cumbres, que a partir de esa expedición se empezó a llamar el Filo o cresta del Guanaco, por encontrar en la misma un esqueleto momificado de este animal.

Decía Thomas Kopp, respecto a esta expedición: De repente, descubrimos un esqueleto, era de un guanaco. Aún se veían los restos de la piel vellosa en la parte de la barriga; todo lo demás, eran huesos blanqueados por la acción del tiempo, por la intemperie. ¿Qué hacía este animal a esta altura de casi 7.000 metros? ¿Qué le había animado a subir?

No teníamos tiempo para reflexionar. El camino no se prestaba para pensar en otras cosas, pues se tornaba más y más peligroso, con un terreno de hielo y roca, por momentos inestables, con sus pendientes llenas de obstáculos, la altura y la falta de oxígeno. Era toda una locura ponerse a pensar sobre el tema.

Seguimos con una obstinación sin igual, ya que la cumbre estaba cerca. Un trecho más y la vencimos, alcanzamos la cima. Medio siglo había pasado desde la primera ascensión a la cumbre Norte, por el suizo Matthias Zurbriggen.

Hoy nos encontrábamos nosotros dos sobre la cumbre Sur, sobre un pedazo de tierra, donde nadie había pisado o estado antes. Mientras Lothar, sacó el libro de cumbre, que habíamos traído, exploré el terreno para cerciorarme bien que alguien hubiese estado antes, y ver si había alguna huella o indicio de presencia humana, pero no encontré ninguna. Esto nos dio la seguridad que éramos los primeros en pisarla. Firmamos el siguiente texto:

Cumbre Sur del Aconcagua,
Primera ascensión,
7.1.1947
Miembros de la expedición:
Thomas Kopp
Lothar Herold
Karl Schade (hasta 6.800 metros)

Salimos del descanso Link, a las 07,00 horas. Llegamos a la cresta a las 15,30 y estuvimos en la cumbre a las 19 horas.
Estamos llenos de satisfacción de haber hecho esta cumbre, para conmemorar los 50to Aniversario de la ascensión de la cumbre Norte.
Lothar Herold y Thomas Kopp.

Metimos el libro de cumbre en una caja de lata y sobre ella hicimos un montículo de piedras. Allí mismo, también clavamos una piqueta, que habíamos encontrado a los 6.850 metros. En su mango grabamos nuestras iniciales y nos preguntamos: ¿Quién se llevará para abajo y cuándo?

Herold, Kopp y Vogel en el Aconcagua

Parados de Izq. a Der.: Herold, Kopp, Schade, sentados Svars, Pescarmona, Caffaro y Caretta en Plaza de Mulas, 1947


Mientras nos hallábamos sobre la cumbre, el termómetro marcaba un grado sobre cero. Pero pronto bajo la temperatura y en pocos minutos, mientras sacaba algunas fotos, se me congeló la punta de los dedos. Pero este sacrificio valió la pena, tratándose de fotos que nadie había sacado antes desde ese lugar.

A las 20,00 horas y después de haber metido algunas piedras en la mochila, comenzamos el descenso. Había pasado una hora y media, cuando nos vimos frente a una garganta. Debido  que  queríamos llegar lo más pronto al Gran  Acarreo, donde el terreno era muy conocido por nosotros. Pero de repente se hizo de noche y se me nubló mi  vista, no podía distinguir nada. ¿Qué había pasado? ¿Mi cerebro no andaba bien, eran turbaciones? Este efecto, se los puede leer en algunos libros de andinistas que por efecto de la altura  y el esfuerzo, se produce el mal de altura. Tal vez, estoy flojo a causa del gran esfuerzo llevado a cabo, me  dije para mis adentro, ya pasará. Pero no pasó. Le llamé a mi compañero y éste, al oír lo que me había sucedido, me tomó del brazo y me condujo ladera abajo. ¡Esto era  camaradería! Después de una hora, a las 22,30 horas, alcanzamos el Gran Acarreo, el  que tuvimos que atravesar. Desde la media noche hasta las 02,00 de la madrugada, erramos por el terreno, buscando el refugio sin encontrarlo. Para ir seguros, decidimos bajar hasta  Nido  de Cóndores y de allí, subir por la senda bien  marcada  y conocida, al descanso Link, lo que  significó un desplazamiento de 6.400  a 5.800 metros y de nuevo a  6.400 metros.  Así empezó la bajada sobre hielo, tierra helada, acarreos y rocas. Finalmente, a las 05,00 de la mañana, estuvimos delante del refugio. ¿Estará Karl, todavía? ¿No le sucedió nada al bajar?

La puerta  del  refugio  Plantamura, se abrió con  algo de dificultad, por el cansancio mismo que llevábamos y hallamos a nuestro compañero y nos recibió con una mirada que expresaba su  alivio, preocupación y alegría, de todo un poco. La espera durante la noche se hizo interminable, las horas parecían  que se alargaban; pero recién  ahora  al abrigo del refugio, sentimos nuestro inmenso cansancio. Durante 23 horas, no habíamos comido nada y bebido solamente unos tragos de té.

Karl, se puso enseguida a hacernos un buen café, el que realizó un verdadero milagro en nosotros. Dormimos gran parte del día, mientras tanto, cada vez que hacía un poco de agua y preparaba café, nos despertaba para  que pudiésemos recuperar el líquido perdido. Más tarde nos ofreció un excelente almuerzo.

Lo que me preocupó mucho eran mis ojos, estaban muy inflamados. Pero después de haberlos lavado con té de menta, mejoraron bastante. La causa de mi ceguera fue la tierra que se había levantado por el viento, al atravesar los acarreos.

Decía Lothar Herold, en una correspondencia intercambiada: Sobre el Pico Sur, dejamos como testimonio una piqueta para hielo, siguiendo el ejemplo de la primera ascensión en el Pico Principal, en ese momento fue Zurbriggen, en el año 1897, hacia 50 años. Esta piqueta fue retirada como trofeo 6 años después, en el año 1953, por la cordada  integrada por Francisco Ibáñez, Fernando Grajales y el matrimonio Marmillod, quienes fueron los segundos en alcanzar el Pico Sur. El matrimonio Marmillod, me la devolvió como regalo, 15 años más tarde.

A fines de diciembre de 1947, Lothar, se encontraba solo en el Valle de Horcones; el previsto compañero Thomas Kopp, se encontraba impedido acompañarle, dado que había sufrido un accidente de tránsito. Permaneció varios días en el refugio Plantamura, ocupado por reconocimientos geológicos. Regresó a Plaza de Mulas, donde en esos días arribó un oficial con dos acompañantes perteneciente a las Tropas de Montaña, trayendo víveres para realizar una expedición.

Nos relataba, Lothar Herold: Yo estaba en dudas de realizar un intento a la cima; el oficial al verme tan bien entrenado me instó a efectuarlo, pues sería una pena no llevarme otra cumbre más del cerro. Además, se acercaba una gran expedición en los próximos días. Fue así que partí nuevamente, sin hacer un alto en el refugio de Plaza de Mulas, al otro día alcancé el refugio Plantamura, en tiempo récord y al siguiente día, el Pico Principal del Aconcagua. 

El 6 de enero de 1948, a las 17 horas, solo, conquistó nuevamente la cima Norte, pero con un dramático accidente. Perdió temporalmente la visión y debió quedarse hasta el otro día en la cumbre. Para no dormirse y congelarse, realizó ejercicios durante toda la noche.

A la mañana siguiente, con los primeros rayos del alba recobró la vista, y después de estar 13 horas en la cima, comenzó a bajar muy agotado, alcanzando el refugio Plantamura, lugar en donde fue recuperado por dos militares argentinos, quienes los bajaron a Plaza de Mulas, donde había llegado una expedición militar y luego, de allí, bajo montado en una mula hasta Puente del Inca.

Desde este lugar, fue traslado en un auto, directamente al Hospital Central de Mendoza, donde fue operado sus pies y perdió los diez dedos de los pies, en una intervención quirúrgica.

Concluía en su relato Lothar: Así concluyó mi tercera expedición al Aconcagua, con consecuencias negativas; pero como en realidad eses dedos no son indispensables para caminar, pude continuar mi vida normalmente.

Glaciar Horcones superior visto desde los 5500 mts, al fondo el cerro catedral. Expedicion al Aconcagua de 1946

Glaciar Horcones superior visto desde los 5500 mts, al fondo el cerro catedral. Expedicion al Aconcagua de 1946

Marcha hacia arriba a casi 6000 mts. Al fondo el cerro Mercedario de 6778 mts. Expedicion al Aconcagua de 1946

Marcha hacia arriba a casi 6000 mts. Al fondo el cerro Mercedario de 6701 mts. Expedición al Aconcagua de 1946

Las vertientes occidentales vista desde Plaza de Mulas, Expedicion al Aconcagua de 1946

Las vertientes occidentales vista desde Plaza de Mulas, Expedicion al Aconcagua de 1946


Otros destinos de montaña

En los meses de enero y febrero de 1950, recorrió casi seis mil kilómetros en auto, junto a dos compañeros, reconociendo la Patagonia Argentina.

En febrero de 1951, junto a sus dos compañeros, recorrieron el Parque Nacional Los Alerces, y navegaron en una canoa plegable los cuatro lagos e intentaron ascender al cerro Torrecillas.

En el mes de enero de 1952, recorrió con dos compañeros en tres canoas plegables, los lagos Belgrano, Nansen, Azara.

En el mes de enero de 1953, fue al Parque Nacional Los Alerces con tres compañeros, con tres canoas plegables y equipo para escalar y realizaron un documental en 16 milímetros, que titularon: Con Piqueta y bote plegable en la cordillera andina del Sur. Desde  las grietas de los ventisqueros del Cerro Torrecillas por los lagos, y por las aguas bravas, descendieron el río Limay.

En enero de 1954, en una excursión por Chile, guio a 23  jóvenes porteños hasta el borde del cráter del volcán Villarrica.

Al mes siguiente, junto a dos compañeros volvió al Parque Nacional Los Alerces, con botes plegadizos, recorriendo el lago Menéndez y ascendiendo los cerros Torrecillas y Solo.

En febrero de 1955, realizó una expedición al Parque Nacional Perito Moreno, con un compañero y un bote plegadizo, realizando una travesía por los lagos Belgrano, Azara, Escondido y Nansen y escalando los cerros Árido y Áspero.

En los meses de enero y febrero de 1957, realizó una expedición al lago argentino con dos compañeros y dos botes plegables, recorriendo el Brazo Rico; en el glaciar Moreno, intentaron escalar el Pico Moreno.

Luego, recorrieron el canal de los Témpanos, Brazo Mayo y ascendieron a un pico de 2.000 metros, al Este del glaciar Mayo.

Thomas Kopp, Emil Vogel y Lothar Herold, en la cima del Aconcagua, 1947

De izq. a Der.: Vogel, Tomás Kopp y Lothar Herold, la foto la sacó Tomás y luego le hicieron una superposición

de imágenes, quedando al medio Thomas


Su vida y sus viajes posteriores

Entre los años 1958 y 1961, regresó a Alemania y estuvo viviendo en Colonia, según él, para refrescar conocimientos geográficos.

Entre los años 1961 y 1968, regresó a Buenos Aires, a desempeñarse como docente; durante sus vacaciones de verano aprovecho para realizar largos viajes.

En el período que fue desde noviembre de 1964 a marzo de 1965, viajó por Australia y Nueva Zelanda, y dio la vuelta al mundo.

En el año 1968, nuevamente regresó a Colonia, Alemania, para ejercer como profesor de geografía e idioma.

En el año 1977, se jubiló como docente, radicándose en Alemania, su tierra natal, para seguir como profesor de la Universidad de Colonia, hasta el año 1982.

Hasta el año 1993, permaneció en Colonia, trasladándose posteriormente a Múnich. Ya en Argentina, había realizado una gran cantidad de conferencias, acompañadas con sus propias diapositivas de las expediciones en los Andes y sobre viajes a otros países del mundo.

En Alemania, sus disertaciones fueron en continuo aumento, solicitado por la Universidades Populares (VHS) de grandes ciudades de Renania, como Colonia, Bonn, Düsseldorf, Krefeld y otras tantas organizaciones.

Desde 1982, disertó cerca de 30 conferencias sobre temas geográficos de países latinoamericanos y de otras regiones del mundo.

Los extensos viajes incluyeron, viajes a la Argentina. Una culminación fue el viaje a la Antártida con el barco World Discoverer, que incluyó 5 bases argentinas y otras 5 extranjeras, en el periodo estival del Hemisferio Sur, 1982-83.

También, anduvo por la antigua Unión Soviética, Alaska, Tibet, el Sur y Este de Asia, Australia y Nueva Zelanda.

En el año 1993, con 81 años, concluyó su estadía y actividades en Colonia y se mudó a Münster (Westfalia), cerca de dos sobrinos y sus familias, viviendo  en una residencia o casa para personas de la tercera edad, en Tibusplatz.

Allí tuvo tiempo y calma, para rememorar y evaluar sus viajes y para recorrer los hermosos paisajes alemanes. Aunque siguió dando conferencias en las localidades cercanas a esta residencia.

Carta de Lothar Herold a José Hernández

Carta de Lothar Herold a José Hernández


El legado de sus obras

Entre sus escritos más importantes podemos mencionar: Sobre la cumbre más alta de América, publicado en la revista Geográfica Americana, en mayo de 1946;

Erstbesteigung des Aconcagua-Südgipfels, en junio de 1947; Primera ascensión a la cumbre Sur del cerro Aconcagua (7.005 metros) y Tercera ascensión del cerro Almacenes (5060 metros), revista Andina, Chile, 1947; Ciego y solitarios en la cumbre del Aconcagua, revista Andina, Chile, 1948; 8.000 kilómetros durch Patagonien und Feuerland, Buenos Aires, 1950; Deutsche Forscher und Bergsteiger in den Anden, Buenos Aires, 1950; Mit dem Faltboot in die Anden (National park Los Alerces), Buenos Aires, 1951; Con bote plegadizo por los Lagos Andinos desconocidos, (Parque Nacional Perito Moreno), revista Geográfica Americana, Buenos Aires, octubre de 1952; Im Faltboot auf Patagoniaens Bergseen (National Park Perito Moreno), Buenos Aires, junio de 1952; Das patagonische Inlandeis, eine unbezwungene Festung, noviembre/diciembre de 1952; El Hielo Continental Patagónico, reseña histórica de su exploración, revista Geográfica Americana, Buenos Aires, abril de 1953; Das Patagonische Inlandeis, eine unbezwungene Festung, Münich, mayo de 1954; Cerro Solo y Torrecillas…(Parque Nacional Los Alerces), Anuario del Club Andino Bariloche, Bariloche, 1955; El Parque Nacional Perito Francisco Pascasio Moreno, Anales de Parques Nacionales, Buenos Aires, año 1956; Argentinien: Reiseführer mit Landeskunde, Münich, 1958; Die welt in allen Zonen, Münich, 1961; Auf dem höcheten Gipfel Amerikas 1948; Kampf um die Patagonischen Eisfelder; Das Deutsche Schulwesen in Argentinien.

Falleció en Alemania, el 8 de octubre de 2012.

Tapa de uno de los libros escritos por Lothar Herold: Argentinien


Video:
Lothar Herold, profesor y montañista. Escaló el Aconcagua junto a Tomas Kopp

 

 

 







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