Historia · Personajes

Cesar Darvich, Centinela del Aconcagua

Solidario y apasionado por el Ejército y la Montaña

Por José Herminio Hernández. Montañista, Coronel (RE)

Edición: CCAM



Nació el 22 de abril de 1924, en Rodeo de la Cruz, Mendoza, Argentina; su padre era Alejandro Darvich y su madre fue Ema Elena Mur, sus abuelos paternos, Alejandro Alex Darvich y Luisa Mazut; sus abuelos maternos fueron Carlos Mur y Juana Ríos. Él tuvo dos hermanos y dos hermanas, de nombres José Alí, Juan Carlos, Elba Rosa y otro hermano que se desconoce su nombre. Se casó en Hilda Fernández, el 28 de diciembre de 1946, de cuyo matrimonio nacieron dos hijos, Julio Cesar y Andrea Lourdes, esta última hija, nació en el año 1946 y murió un año después por un problema cardíaco.

Nos decía un camarada suyo, el Suboficial Mayor (RE) José Mohamed:

Fue un hombre de mediana estatura, de rostro duro y charolado, de aspecto agresivo, fuerte, de hablar pausado, de un espíritu batallador y de una férrea voluntad. Su mirada acostumbrada a descubrir los infinitos horizontes de las alturas.

José Luis Fonrouge, escalador argentino, Perú 1968.
Cesar Darvich en el Puente del Inca

 

Ingresó al Ejército Argentino, en el arma de Infantería, el 31 de diciembre de 1948, siendo su primer destino el Regimiento de Infantería de Montaña 16, otros destinos fueron la Agrupación de Montaña Cuyo, la Compañía de Esquiadores de Alta Montaña 8 Teniente Primero Francisco Gerónimo Ibáñez, luego, el Regimiento de Infantería de Montaña 16 Cazadores de los Andes, el Regimiento de Infantería de Montaña 11 General Las Heras y por último, el Comando de la Octava Brigada de Infantería de Montaña.
 

Su primera experiencia en el Aconcagua no la pudo llevar a buen puerto por cuanto, cuando intentaba realizarla, un temporal lo hizo retroceder.

Este militar y andinista argentino, que en diez oportunidades coronó el Coloso de América, fue su primera oportunidad, el 24 de enero de 1953, realizándolo por la ruta normal, conformando la cordada con el Sargento Ayudante Enrique Serrano y del mismo grado Giménez, todos pertenecientes al Regimiento de Infantería de Infantería de Montaña 11, General Las Heras.

Izq.: Darvich junto a su esposa en el Puente del Inca. Der.: Darvich enseñando a esquiar en el Puente del Inca

 

Darvich, trasladando un muerto del Aconcagua hacia Puente del Inca

 

Regresando a Puente del Inca, Darvich a la cabeza de la columna, trayendo un muerto del Aconcagua

 

Con la carga en la mula, llegando a Puente del Inca

 

Siguió el 29 de enero del mismo año, es decir, a los cinco días, sirviendo como guía del grupo que coronó la cima; en esa oportunidad acompañó al grupo liderado por el entonces Sargento Ayudante Felipe Aparicio y los demás integrantesfueron, los Sargentos Ayudantes Marcelino Arballo, Oscar Miguel Lencinas, Enrique Olivera y Francisco Carranza; los Sargentos Primeros Mauricio Alberto Rossi y Rodolfo Guarrochena; el Sargento Dardo Olivera; en ese momento Cesar Darvich, tenía el grado de Cabo Primero; fue la expedición argentina más numerosa en coronar la cima hasta esa fecha.

Su tercer intento de cumbre, sin llegar a coronar, fue el 6 de febrero de 1954, cuando la expedición que tuvo como objetivo rescatar el cadáver del desaparecido Sargento Primero Elso Giraudo, muerto o desaparecido en el mes de 1952, al cual, lo siguió buscando Darvich, por diez años más, en la estribaciones del cerro, sin poder lograr su objetivo, rescatando algunas pertenencias, como la piqueta, víveres y la caramañola.


Colocación de los bustos de Eva y del General Perón en la cumbre de Aconcagua

El objetivo más importante de esta expedición, era la colocación de los bustos de Eva Duarte y del General Perón, el escudo peronista y una placa recordatorio de la empresa andinistica. Esta expedición recibió el nombre de Sargento Miguel Farina. Se eligió ese nombre, en recuerdo del suboficial, que el 28 de septiembre de 1951, durante la sublevación de Benjamín Menéndez, Farina, fue muerto defendiendo al gobierno desde un tanque que no quiso rendirse ante una columna revolucionaria.

 

Sargento Primero Darvich, con su sección de desfile en la Compañia de Esquí de Alta Montaña 8

 

Sargento Primero Darvich, subinstructor, haciendo un descanso en la actividad de instrucción

 

Sargento Darvich, con los bustos de Eva y Juan D. Perón, año 1954

 

Tras la partida desde Puente del Inca, la expedición que estaba integrada por veinte suboficiales, aficionados todos al andinismo, los menos, ligados políticamente con el peronismo, como el caso de López, el resto, lo hacía por una oportunidad deportiva y otros, porque detrás de la expedición, si tenía éxito, tendrían sus beneficios, así emprendieron la ascensión. La expedición estuvo compuesta por el suboficial principal Felipe Aparicio, como jefe de expedición, e integrado por  los sargentos ayudantes Marcelino Severo Arballo, Miguel Grifol, Andrés López, Mauricio Alberto Rossi, y Julio Vedela, además de los sargentos primeros Toribio Cecilio Zárate, Carlos Enrique Sosa, Angel Spetalieri, y los sargentos Aldo Saavedra y Hugo Cayetano Minardi. Todos ellos alcanzaron con éxito la cima del Aconcagua, recibiendo la medalla de oro Al mérito. Se sumaron además a la partida el suboficial principal Carlos Alberto Rodríguez, el sargento ayudante Elías Enrique Olivera, los sargentos primeros Rodolfo O. Guarrochena, Rufino Ruiz, Luis Politti, Luis Barroeta, y los sargentos César Darvich (siendo uno de los guías de la misma), Juan Angel Aguerreberry y Dardo Adalberto Olivera, que también fueron condecorados por sus esfuerzos. La expedición se dividió en dos escalones, uno más experimentado en actividades de montaña y otro, que necesitaba adaptarse un tiempo más que el resto a la altura.

Llegaron a Plaza de Mulas, el 30 de enero. El suboficial Aparicio, dirigió la marcha de los hombres; el 1ro de febrero, alcanzaron el Refugio Eva Perón, actualmente, llamado Libertad y posteriormente, el refugio Presidente Perón, ahora llamado Independencia, donde dejaron los bustos desarmados de Perón y Eva.
 

En las primeras horas del 3 de febrero, se pusieron en marcha la cordada rumbo a la cima del Aconcagua, que fue alcanzada por el grupo de Aparicio, a las 13 horas. Dejaron los bustos desarmados en la cima del cerro y debieron bajar inmediatamente dado que se desató un violento temporal que complicó los planes.

 

De izq. a der.: Rossi, Darvich, Olivera y Serrano, en la cima del Coloso de América

 

Izq.: Dravich, con otro andinista militar en la cima del Aconcagua. Der.: Darvich y otro compañero de cordada en la cima del Aconcagua, junto a los bustos de Perón y Eva, 1955

 

Además de los bustos, llevaron un pararrayos que se armó especialmente para esta expedición  en el Comando de Arsenales, para que las descargas de las tormentas eléctricas no destruyeran el material metálico con el que estaban construidos y que se iba instalar en la cima. El mismo era rebatible, de tres metros que se podían reducir a uno.
 

La ascensión, entonces, tuvo dos etapas bien definidas. El 3 de febrero, se dejó en la cima los bustos y el pararrayos, y el 6 de febrero, el segundo escalón, armó los bustos y se emprendió la retirada, bastante agotados por el esfuerzo de la ascensión y la carga del material.

Superando los 5 mil metros, es una zona de riesgo desde el punto de vista de la adaptación, más cuando no se han tenido en cuenta ciertas pautas necesarias para llevarlas a cabo, lo cual, trae aparejado que el organismo y principalmente la mente no funcione muy bien, lo que en esa expedición hubo un vivo ejemplo de lo que sucedió por este tema, luego de coronar la cima, contado luego por uno de los integrantes de la misma, me refiero al Sargento Ayudante López, mentor y alma mater de la organización de dicha expedición, nos relataba:

A esa altura, a veces la mente nos juega una mala pasada. Así, por ejemplo, cuando ya veníamos de bajada, luego del tremendo esfuerzo, yo me sentía como borracho y me puse a protestar porque se me cruzaba un enorme perro negro. Y dije: Sáquenme ese perro negro que me va a hacer caer! Síntomas propios del mal de montaña. Decían mis compañeros que gritaba. Por supuesto que el perro sólo estaba en mi imaginación, pero a mí me parecía terriblemente real. Algunos se largaban a reír, otros a llorar, pero de risa. Recuerdo que al flaco Ruiz, es decir, el sargento primero Rufino Ruiz, lo habíamos perdido en la bajada y lo encontramos sentado frente a una piedra grande. El tipo estaba hablando y discutiendo como un loco. Aparicio, se le acercó y le preguntó qué le pasaba. Déjeme! Le contestó, señalando una roca, estoy discutiendo con este indio. Éramos dos los que nos había hecho efecto la altura y el esfuerzo.

Cumplido el objetivo de la expedición, mientras los integrantes de la misma permanecieron en Mendoza, Andrés López, regresó a sus funciones en la residencia presidencial, con el informe y los relatos de la hazaña. Tiempo después, el General Perón, los recibió a todos los integrantes en presencia de los generales José Domingo Molina, José Manuel de Olano, Juan José Valle y Franklin Lucero. Les hizo entrega luego de escucharles algunas anécdotas de lo que había sido la expedición, de una medalla a cada uno y gestionó para que permanecieran una semana en Buenos Aires, en recompensa del gran esfuerzo y de la coronación del cerro.


Primera ascensión a la pared Sur del Aconcagua por la Expedición Francesa

También en el año 1954, Darvich, fue junto al Teniente Primero Ramazzi, los que brindaron el apoyo a la expedición francesa de René Ferlet, tocándole a Darvich, recuperar y trasladar, una vez que habían hecho cumbre, a los integrantes de la expedición que escalando la pared Sur por primera vez, hicieron su descenso por la ruta normal; nos decía Cesar Darvich:

El recuerdo más profundo en mis ascensiones fue el rescate de los franceses que subieron por la pared Sur. Subí cuatro veces a distintas horas, aún de noche y los fui encontrando dispersos y separadamente a alturas superiores a los 6.500 metros. Realmente su estado era crítico y era cuestión de tiempo o que se descargara un temporal y esta gente no sobrevivía. Pero no estuve solo y deseo resaltar la tarea del dragoneante Albarracín y del soldado López, que me acompañaron y estuvieron a la altura de las circunstancias y cooperaron notablemente para rescatarlos y bajarlos, a pesar de su mal estado de salud, deshidratación y algunos con algunos congelamientos.

 

En Plaza de Mulas, integrantes de la Expedición Francesa, 1954

 

Expedición Francesa, cuyo jefe de expedición era René Ferlet, quien le envío a Darvich, en agradecimiento por su apoyo, como parte de la Compañía de Esquí de Montaña 8, 1954

 

Refugio Poincenot, armado en Plaza Francia, entre dos integrantes de la expedición francesa, en el medio Darvich, 1954

 

El 10 de enero de 1955, bajo la dirección como jefe de expedición del Teniente Primero Héctor Butti (Éste no logró hacer cumbre en esa oportunidad), pero Darvich, actuando como guía logró coronar la cima.

Tras la Revolución Libertadora, precisamente en el año 1956, otra expedición similar de voluntarios, desafió nuevamente los rigores de la temible cima cordillerana para desmontar las esculturas partidarias, de las que, por supuesto, no se volvió a tener mención alguna. En la misma participó nuevamente y ordenado por el comandante de la Gran Unidad de Combate, el entonces Sargento Darvich y algunos otros integrantes de la expedición que habían integrado la del año 1954, algunos de los suboficiales de la expedición Farina, que no participaron de este evento, los tildaron de gorilas a los que lo hicieron, entre ellos López, que se había exiliado junto al General Perón.
 

El 12 de febrero de 1956, Cesar Darvich, volvió a hacer cumbre, pero esta vez fue con una finalidad totalmente deportiva. Darvich, unió como siempre, a su condición de soldado, con una fuerte pasión por la montaña, andinista intrépido, guía y experto en esta actividad apasionante que fue desarrollando y creciendo desde su juventud.

 

El refugio Poincenot construido por el Ejército Argentino al pie de la pared sur del Aconcagua. De izq. a der.: Sargento Darvich, René Ferlet y Tte. primero Atilio Remazzi, oficial de enlace de la expedición. Mendoza, 1954. Foto: Expedición Ferlet


Participando en la película "Rescate Heroico" Aconcagua en 1960

Pasó un período de cuatro años y volvió a pisar cumbre del Coloso, su objetivo esta vez fue colaborar con el estudio ALEX, de Buenos Aires, actividad esta que la realizó junto a su camarada y superior, el entonces Teniente Primero Carlos Abel Balda, lo acompañaron también: el Teniente Jorge Luca, el Cabo Ramón Villar, el Cabo Alfredo Olguín de Gendarmería Nacional, perteneciente al Escuadrón 7 de Punta de Vacas y el señor Juan Crucil. Llegaron a la cima, Balda, Darvich, Olguín y Crucil, el 20 de enero de 1960, la película se tituló "Rescate Heroico" Aconcagua; algunas marcas de esta expedición le quedaron, fue un principio de congelamiento en un pie y en una oreja, claro fue que, por esa época todavía los equipos que utilizaron eran bastante rudimentarios y recordaba Darvich, otro acontecimiento:

Cuando íbamos llegando a la Cuesta Brava, pasando Plaza de Mulas Inferior, una de nuestras mulas cargueras se nos alejó y se desbarrancó, rodando hacia el cauce de la quebrada; cuando nos acercamos al animal, vimos que este al remover con sus patas el suelo, dejó al descubierto algo que parecían ropas de una persona. En el primer momento, creíamos que podía ser el cadáver Giraudo, pero cuando lo revisamos, nos encontramos con la enorme sorpresa, eran los restos del ferroviario López; el jefe de la expedición dio aviso en forma inmediata a la policía de Puente del Inca. Un misterio!! que vimos, era el día 13 y López llevaba un anillo el cual tenía grabado el número 13.

 

Afiche de la pelicula Rescate Heroico Aconcagua 1960

 

Otro de los integrantes de la expedición describió los últimos momentos de su arribo y desplazamiento hacia la cumbre, el  entonces Cabo de Gendarmería Nacional, Alfredo Olguín:

Partimos a las 0 hora del 20 de enero, desde Plaza de Mulas. La noche se presentaba iluminada por la luna, pero el frío era notable. Yo calculo que hacía unos 25 grados bajo cero. La marcha se realizó muy normal y en dirección directa por el Gran Acarreo hacia La Canaleta, sin pasar por los refugios. A la altura del Manso, gozamos de un espectáculo inolvidable y sumamente emocionante; vimos las luces brillantes del valle chileno de Los Andes, allá abajo, a nuestros pies, semejantes a brillantes en gran cantidad, perdidos en la profundidad. Realmente era notable. Pero, tal vez el hecho de ir montado incidió que el frío hiciera estragos en mis pies, ya que iban inmóviles, a pesar de que, de cuando en cuando caminábamos algunos metros llevando la mula de tiro.
 

Yo estaba entrando en La Canaleta, cuando escuche los gritos de los primeros que arribaban a la cumbre, en ese momento casi estaba por abandonar, pero ante esa inyección de emoción y entusiasmo, prácticamente me lancé hacia la cresta final. El llegar a la cima, fue algo que no se puede describir, fue tan íntimo, tan especial, tan invalorable, que no puedo traducirlo en palabras. El panorama que se divisaba desde allí era colosal!! Toda la faja chilena hasta el Pacífico, que se presentaba como una gran faja azul oscura, muy bien delimitada, detrás de un mar de cumbres y valles.

 

Patrulla de la Brigada M VIII. De izq. a der.: Ojeda, Balda, Farmache y Darvich

 

Parte de un cuerpo de un andinista muerto en el Aconcagua, Arizpe, de origen mexicano, bajado por Darvich

y la patrulla de rescate del Ejército Argentino

 

Y Darvich, agregaba:

Cuando llegamos a la cumbre, encontré la perrita Fifi, que había pertenecido a Juan Jorge Link, y este animal había muerto junto a sus dueños hacia más de 10 años y estaba en la cumbre, algo deshidratada pero intacta y la deje atada junto a la cruz, era un símbolo más de amor, de desinterés. La imaginamos también, sorprendida sobre esa helada cúspide, aún jadeante, sin aliento, tan pequeño debió ser su corazón y al mismo tiempo tan grande!! Y allí está aún. Para quienes lleguen a ese sitio, allá en las alturas, envueltos en violentas ráfagas, sepan de un sacrificio sin par, de un animal fiel a sus dueños!!.

Respecto a unos de los rescates realizados por Cesar Darvich, el diario La Razón, del día 26 de febrero de mismo año, nos relató la siguiente noticia: El andinista Carlos Richter Gatica, de 21 años, acompañado de Carlos Almanza Torres, de 30 años, René Avello Peña, de 25 años, Sergio Gaete Riveros, integrantes de una expedición chilena, alcanzaron la cumbre del Aconcagua el 22 del actual, oportunidad en que perdió la vida el primero de los nombrados; una comisión militar al mando del Sargento Primero Cesar Darvich, rescató el cadáver y prestó ayuda al resto de los integrantes.

El 15 de enero de 1961, coronó la cima como guía de la expedición, su octava cumbre. El 10 de febrero del mismo año, acompañó a la expedición del entonces Teniente Primero Juan Carlos Garibotte, siendo ambas expediciones de este año, con un objetivo deportivo. Otra vez, el 30 de enero de 1967, fue como guía junto al jefe de expedición, el entonces Teniente Primero Juan Carlos Maya, y ocho camaradas más, coronando la cima con sus compañeros de cordada; esto fue luego de apoyar la expedición científica de los doctores alemanes Albrecht; nos relataba el propio Darvich:

Después que participamos de las experiencias para determinar las reacciones del cuerpo humano en la alta montaña, prueba piloto que realizaron los doctores Albrecht, una vez concluida realizamos la ascensión, coronando la cima.

Asi lo vio al Aconcagua Darvich, en su primer ascenso

 

Entre los años 1961 y 1967, realizó muchas otras ascensiones que consideraba menores, en tres oportunidades el cerro Tolosa, al igual que los cerros Dedos, Catedral, Manso; en dos oportunidades el cerro Fitz Gerald, el cerro Cuerno, el Tambillo, el Cordón del Plata y el Tupungato.

Fue un gran deportista, le gustaba practicar el futbol, integrando la escuadra o equipo de la unidad, como así también, fue un gran esquiador, no tanto de esquí alpino como de fondo, integrando en varias oportunidades la representación de la Brigada de Montaña VIII, en los distintos eventos que el Ejército Argentino desarrollaba en el período invernal, logrado en varias oportunidades, los primeros puestos de estas competencias como integrante de la patrulla. 
 

Participó además, en más de cuarenta expediciones al Aconcagua, como apoyo y rescató no menos de quince andinistas, trabajando siempre en alturas superiores a los 5.500 metros, ya quebrados por el esfuerzo.
 

Salvó una expedición completa, ya vencida por el temporal a los 6.800 metros. Buscó durante diez años los restos del Sargento Primero Giraudo, perdido en el cerro.

El 7 de febrero de 1964, una patrulla de rescate del Ejército Argentino, a ordenes del entonces Capitán Benjamín Nazar, luego de un arduo rastrillaje en las ladera Norte del cerro, logró ubicar los restos del periodista tucumano Pedro Pérez Cherp, bajándolo para darle su santa sepultura; integraban  también esta comisión, el entonces Teniente Primero Carlos Abel Balda, el Suboficial Mayor Nicolás Belindo Ávila, siendo integrante de la comisión nuevamente el Sargento Ayudante Cesar Darvich y el Sargento Primero Delgado.

En el año 1965, participó de un rescate a dos andinistas, un mexicano y un alemán, y sobre esto nos decía Darvich:

Recuerdo el rescate que realizamos en las estribaciones del cerro, más precisamente en el Gran Acarreo, los cadáveres del Padre de la Mora y de Dieter Raab, muertos en una expedición en enero de 1965, me tocó bajarlos a ambos en dos mulas.

La décima cumbre al cerro Aconcagua fue el 23 de enero de 1968, en una expedición de 15 integrantes, bajo las órdenes del Capitán Tramontana, perteneciente al Comando Antártico, (En dos oportunidades más había estado en la entrada de La Canaleta, sin poder coronar la cumbre), Darvich, fue guía de la expedición y llegaron a coronar la cima 10 andinistas, además de los dos mencionados, arribaron el Teniente Domingo Darío García, el Sargento Ayudante Guillermo Robles, Sargento Primero Segundo López, Sargento Mario Pinhal, Sargento Madariaga, Cabo Primero Héctor Giménez y los Cabos Segundo Arancibia y Vicente Muñoz, replegándose a la altura del refugio Independencia, el Teniente Coronel Carlos Gutiérrez Morchio, el Capitán Pedro Díaz Gordillo, el Teniente Daniel Tello, el Cabo Alberto Aracena y el señor N. Ovando, del Museo Argentino de Ciencias Naturales; la finalidad de la expedición fue instalar un refugio a los 5.000 metros de altitud por la ruta normal, en la entrada del Gran Acarreo (Se lo denominó Refugio Antártida Argentina) y también se realizó una transmisión radioeléctrica desde la cima.

 

Darvich, el segundo desde la izq. junto a un andinista rescatado por él, en Plaza de Mulas

 

Andinista rescatado por Darvich, en Plaza de Mulas


Nos relata su primer inspirador intento al Aconcagua

Está en mí el recuerdo, la primera vez que intenté una ascensión al cerro Aconcagua. La Compañía de Esquiadores de Alta Montaña 8, la de mi recordado Teniente Ibáñez, nos brindó todas las comodidades de estadía, como último baluarte civilizado antes de encarar la ruta de la gran aventura. En lo alto planeaban los cóndores ávidos y extasiados de surcar tanto el cielo, y el sol de enero horadaba los mantos de nubes. Al fondo y al Oeste, el hermoso cerro Tolosa mostraba su cumbre con nieves eternas. El Banderita Norte y el Banderita Sur, ofrecían sus cómodas cumbres, para entrenamientos como chicos juguetones. Hacia Punta de Vacas, el río de las Cuevas, era el centro de un paisaje de deleite indescriptible a mi espíritu. De pronto, se abrieron las nubes y aparecieron las majestuosas cumbres colindantes que se yerguen sobre el reino de las alturas. Al fondo de la quebrada, el cerro Vacas se ve empequeñecido ante el conjunto de gigantes que lo circundan. Ya todo estaba listo, personal, ganado, equipo, materiales, víveres para los hombres y forraje para las mulas. Salimos de la compañía despedidos con demostraciones de simpatía y augurios de buen viaje y mejor destino. Ya en la quebrada de Horcones, luego de cruzar interminables laderas de material disgregado, llegamos a la parte superior del valle Occidental, que es la más elevada. Son las morenas superiores a 3.900 metros. Empieza lo que se denomina Playa Ancha, que el camino que conduce a Plaza de Mulas. La vegetación desaparece y se nos presentan amplios espacios lisos de detritos. A los costados tenemos las últimas estribaciones del Aconcagua y del Tolosa, al frente, el cerro Cuernos y su imponente glaciar.

Llegamos a Plaza de Mulas. Estábamos a 4.200 metros sobre el nivel del mar, justo en la punta del glaciar de los Horcones Superior. En Plaza de Mulas, permanecimos cinco días para entrenamiento, por las inmediaciones, hasta que al fin se fijó la salida hacia la cumbre, para la medianoche del quinto día. A las 24 horas, iniciamos la marcha, el más veterano en estas lides a la cabeza de la columna, los más pichones, como yo al medio y cerraban la marcha, un par de buenos baqueanos. La marcha era regulada con los descansos programados por el guía.

 

Darvich, junto a otros andinistas en Playa Ancha

 

Darvich, integrante de una expedición invernal al Aconcagua, en los años 50

 

Izq.: Darvich, en el costado izq y atras de los tres andinistas que se encuentran en el primer plano, 1964. Refugio Libertad

Der.: Darvich, Garibote y Ojeda, triunfadores del Aconcagua

 

Cuando salimos de Plaza de Mulas, el tiempo se presentaba muy bueno, pero ya a los 5.400 metros de altura, marchábamos con el cielo cubierto. Y con olor a tormenta. Cruzamos el Portezuelo del Manso con un viento huracanado que nos azotaba sin piedad y hacía que nuestros cuerpos se encorvaran en la marcha. De pronto, brilló un relámpago como un látigo y rugió el trueno en las cumbres, el paisaje se conmueve y recuerdo que empezó a escarchillar con violencia. Nos detuvimos, los baqueanos aconsejaron con prudencia ante el fuerte temporal que se avecinaba, regresar. La montaña estaba imponiendo su ley y parecía que se alegraba ante la vacilación de los que osaban desafiarla. Ya había empezado a nevar con fuerza y el implacable viento era una tortura. Iniciamos el descenso. La montaña nos había cobrado su pequeño tributo. Yo pensé que se había dirigido sólo para mí, su tremendo accionar. Su dura ley no admitía reconsideraciones. El hado sagrado no había hecho brillar la buena estrella a mi primer intento a la tan ansiada cumbre. Ante la persistencia del temporal, regresamos a Puente del Inca… En una de mis caminatas me encuentro contemplando al Coloso al fondo de la Quebrada de Horcones, y entonces, con toda mi alma, con toda mi fe, como si le conversara a un ser vivo, le dije: mi querido gigante adormilado, mírame bien!!! Porque no te olvidarás nunca de mi, te me has metido en la sangre de tal manera que te prometo que tendremos muchos encuentros. Te voy a visitar y conversar tanto, que me vas a querer de tal manera, que todas las veces que te visite, me recibirás alborozado como a los grandes amigos, porque yo ya te quiero desde hoy como se quiere a un amigo que se le puede conversar, aunque él no este. Y sé que no me harás nunca daño, porque te visitaré tantas veces que hasta seremos como hermanos y sentiré el latir de tu vida bajo mis pies. Cuando pasen los años y ya blancas mis sienes por el tiempo y no te pueda visitar, te tendré en mis recuerdos como a ser querido. Tanto será, que cuando Dios me llame algún día, quiero que mi última morada sea muy cerca de ti, junto a mis camaradas andinos, que también te amaron. Y en las noches de luna, conversaremos largamente de nuestros encuentros, de la forma que te conocí, de las veces que te visité, de tus hielos, de tus nieves, de la forma que me acariciaron tus vientos de gigante y de cuantos obstáculos sabes presentar a los que quieren palpar tu cumbre. Y así, consustanciados, recordaremos cuanto te conozco, porque te conozco como no te conoce ningún hombre en la tierra, al menos hasta ahora, para eso diez veces  me acogiste en tu gélida cumbre y muchísimas más te visité. En mi mente, tú me hiciste subir hacia los cielos a setenta mil metros. Por eso, te quiero tanto!!! Tu me acercaste a Dios!!

En cuanto a su aprendizaje en la montaña, reflexionaba:

Mis primeros pasos fueron guiados por dos maestros andinistas, los suboficiales Felipe Aparicio y Marcelino Arballo. A ellos les debo mucho de mi experiencia y conocimientos. Asimismo en tren de citar andinistas que me han impresionado y enseñado debo mencionar a los Tenientes Benjamín Nazar y Carlos Abel Balda, de los cuales tengo el mejor y más alto concepto y reconocimiento. En cuanto a mi experiencia propia en la montaña, debo decir que cada cumbre que hacía, sentía una profunda emoción y deseos de llorar, pero sobretodo y siempre, agradecía a Dios, por haberme protegido durante el ascenso.

Cesar Darvich, fue una persona seria, de gran fervor religioso y de una fe que siempre lo llevó a cumplir con la misión impuesta, de carácter fuerte, de difícil manejo, lo cual le trajo aparejado inconvenientes en su trato con algunos superiores, especialmente, por ser muy frontal para expresar sus ideas y sus pareceres, pero detrás de ese hombre tosco y duro a la vez, tenía un corazón tierno, escondía una bondad para ayudar al camarada y al montañés que lo necesitara; ejemplo de ello, fueron sus rescates, muchas veces peligrando su integridad física, para bajar al moribundo, extraviado o aquel que desfallecía sus fuerzas y se entregaba ante la imposibilidad de poder bajar por sus propios medios.

Dentro de este grupo de esquiadores, pertenecientes a un curso de esquí en Bariloche, toma parte del mismo Darvich

 

Darvich en el grupo de esquiadores

 

Darvich, el Teniente Primero Benjamin Nazar y otro integrante de la Compañía Esquí de Montaña 8

 

En el invierno de 1960, bajó esquiando desde Puente del Inca, arrastrando una camilla, para evacuar una niña enferma, fue toda una odisea y un ejemplo de coraje y amor a sus semejantes. En el año 1965, participó de dos rescates en el Aconcagua, de estos rescates escribió Magnani y Parra:

Otra búsqueda que logró contornos dramáticos por las singulares condiciones de mal tiempo, bajo las cuales debió desarrollarse, fue la cumplida en el año 1965, bajo la dirección del valeroso y experto andinista militar Teniente Abel Carlos Balda, quien contó con la eficaz colaboración de los suboficiales César Darvich y De Petris, ambos veteranos montañeses y profundos conocedores del monte y que logró su cometido, al traer los restos del sacerdote mexicano De la Mora y del andinista alemán Dieter Raab.

Fue uno de los baqueanos más experimentados de la alta Cordillera y el que más cumbres tuvo en el Aconcagua hasta finales de la década de los setenta y con más rescates realizado en ese Coloso; fue además, uno de los guías más cotizados y buscados de la Argentina, no porque cobrara, sino por su experiencia y conocimiento en el cerro.
 

Su fama trascendió en el mundo del Andinismo, nunca ascendió los cerros sin una previsión previa, lo cual, lo hizo siempre coronar con éxito la cimas; por cada cumbre alcanzada en el Coloso de América fue felicitado por sus superiores, lo que se plasmó en su legajo personal de su carrera militar; conocía el cerro Aconcagua como nadie, le sabía sus secretos, hasta pronosticaba el tiempo, solo por los indicios que este le daba y por sus conocimientos de tanto andar por la zona. Cesar Darvich, se hizo en la montaña, conoció palmo a palmo las zigzaguentes rutas hacia las alturas, las traicioneras grietas, los vientos helados, la hostilidad del medio, el rondar de la muerte en cada metro y en cada instante. Creo oportuno también, dejar sus recomendaciones para aquellos que desean intentar el Aconcagua, expresadas por el propio Darvich:

Para todos aquellos que se dedican al andinismo en general y muy particular para la ascensión al Aconcagua, les recomiendo evitar las improvisaciones, disponer de un equipo adecuado y saber qué tipo de alimentos se puede llegar a ingerir en las alturas. Además es aconsejable que los integrantes del grupo se conozcan con cierta profundidad, pues las reacciones emocionales en esas alturas son imprevisibles y pueden provocar situaciones no solo conflictivas y desagradables, al punto de hacer fracasar por completo la expedición y la vida del grupo como tal. Es necesario realizar la experiencia previa en cerros menores, pues quien no haya pagado derecho de piso en alturas menores, no podrá obtener resultados satisfactorios, ni responder tampoco a las exigencias que impone una ascensión de semejante magnitud.

 

Darvich, controlando el grupo mortero en la montaña

 

Darvich, tomando a la mula que lleva uno de los tantos infortunados del Aconcagua que él rescató

 

Darvich, junto a dos integrantes de la Compañía Esquí de Montaña 8,

rescatando de las estribaciones del Monte Aconcagua a un muerto

 

El 23 de abril de 1973, pasó a situación de retiro voluntario, con el grado de Suboficial Principal. Falleció en la ciudad de Mendoza, Argentina, víctima de una enfermedad coronaria, el 12 de octubre de 1999; sus restos fueron sepultados en el cementerio de Guaymallén, en la provincia de Mendoza. Su nombre ha sido un símbolo en la historia del cerro Aconcagua. La primera distinción que obtuvo fue entregada por el entonces Presidente Teniente General Juan Domingo Perón, la medalla de oro Al Merito; la Regional Mendoza del Circulo de Suboficiales del Ejército, el 24 de enero de 1968, le hizo entrega de un reconocimiento por ser hasta ese momento el andinista que había realizado la mayor cantidad de ascensiones al cerro Aconcagua, en total diez y por su labor como rescatista.

El Club Helén de Chile, le concedió un reconocimiento por el rescate del andinista chileno muerto Luis Ravanal, en las frías laderas del cerro. El Ejército Argentino, le concedió la medalla al mérito, por su encomiable labor como rescatista y andinista. Sin lugar a dudas, que Darvich, fue un gran andinista militar, que pudo dentro de la Institución del Ejército Argentino desarrollar su pasión por este deporte, deporte que esta institución desarrolla y promueve en sus integrantes, por la capacidad que le permite adquirir en sus miembros y porque ellos, deben estar en condiciones para defender el patrimonio y la soberanía Nacional. Una de la calles internas  de la Compañía de Cazadores de montaña 8, Teniente Primero Ibáñez, se bautizó en su honor, como testimonio de su labor como integrante de la misma y en su memoria.

 

Recuerdo de la clase 1946, al Sargento Darvich, su subinstructor, año 1966

 

El cabo primero Darvich, acompañado por otros suboficiales y soldados, con una columna de mulas

durante un reconocimiento en la montaña

 

Dravich, al lado de un vehículo para la nieve

 

Diario Los Andes. Ultima ascensión de Darvich en el Coloso de América, 1968

 

Hojas del libro de cumbre del Aconcagua de la primera y novena ascesión de Darvich a la cima. 1953 y 1967

 

Recorte de diario que da cuenta de las 10 ascensiones de Darvich, en el cerro Aconcagua

 

Las 10 cumbres de Darvich. Recorte del diario Los Andes 1977

 

Diario El Tiempo de Cuyo. Rescate realizado por Darvich y su grupo

 

Correspondencia enviada por René Ferlet, luego de su regreso a Francia, 1955

 

Izq.: Carta de agradecimiento de la Federación Española de Montañismo a Darvich, año 1965
Der.: Carta de agradecimiento a Darvich, del Club Alpino Español, 1965

 

Izq.: Correspondencia del Club Andino Huelen de Chile, en agradecimiento a Darvich 1960

Der.: Carta del Club Andino Huelen de Chile


 







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