Un hermoso y detallado relato realizado por los montañistas de aquella época al ascender el estratovolcán Domuyo de 4.709 metros de altura en la provincia de Neuquén, cuando todavía éste era poco conocido y visitado
Integrantes:Conrado Verberck (CAC)Club Andino Córdoba, Alejandro Serret (CABA)Centro Andino Buenos Aires. Alberto González (CAJA), Club Andino Junín de los Andes.
El volcán Domuyo es la montaña más alta de la Patagonia, si consideramos que la Patagonia se extiende al sur del Río Colorado y de su afluente, el río Barrancas. Se encuentra ubicado en el noroeste de la provincia de Neuquén, Argentina, en una estribación muy notable de la cordillera de los Andes. Se le asigna una altura de 4.709 metros de altura. Por su altura atrajo la atención, por lo que fue objeto de ascensiones por parte de militares, aventureros, geólogos, investigadores o simples montañistas. En el anuario de 1986 del Club Andino Bariloche, Evelio Echevarría efectuó algunos aportes al historial de esta montaña. Algunas partes fueron seleccionadas minuciosamente en este informe.
“El coronel Olascoaga, fundador de Chos Malal, declaró haber realizado las primeras ascensiones conocidas en 1882, una por el lado oeste y la otra por el oriente.
El padre Lino Carbajal y tres acompañantes también subieron, por el oeste, en 1903.
El geólogo, Pablo Groeber, también parece haber ascendido, según un informe encontrado en una revista geológica. Acompaña un dibujo donde se muestra claramente que llegó a la cumbre, habiendo utilizado la ladera sudeste, en el año 1912.
Hay probabilidades de que otros montañistas hayan conquistado la cumbre pero jamás lo publicaron. Ya que es una ascensión de menor grado de dificultad. Por lo que, por ahora, no hay precisión de las primeras ascensiones.
La ruta clásica y más accesible fue la que recorre la ladera sudeste, partiendo desde la localidad de Tricao Malal, remontando hacia las nacientes del río Curileuvú. Era un recorrido bastante largo. Sin embargo, al abrirse un camino por el oeste del cerro, en mitad de la década de 1970, se exploraron otras alternativas para llegar a la cumbre del Domuyo.
Es así que se recomienda la aproximación por Andacollo, Las Ovejas y Varvarco. Para poder subir por el oeste o el sudeste al Domuyo.
El Domuyo fue el cerro soñado y elegido desde hace mucho tiempo por mí, socio del Club Andino Córdoba.
En 1972 hicimos una aproximación con mi señora. Recuerdo un intento anterior del Dr. Marcelo Pensa y la ascensión del Prof.Vicente Cicchitti con un grupo de entusiastas montañistas, en 1971, representando entre otros a clubes de Córdoba. Pero la expedición que relato puede ser considerada como la primera ascensión realizada por un socio del Club Andino Córdoba.
¿Por qué elegimos esta montaña? Porque era aún poco conocida y visitada por los montañistas, a pesar de ser absolutamente la más alta de toda la Patagonia, para intentar una nueva ruta y también, de paso, visitar sus famosas termas y géiseres que se encuentran en sus laderas occidentales.
La salida definitiva fue recién en 1982, organizada por el Club Andino Junín de los Andes. Se tuvo la suerte de poder llegar a la cumbre empleando una ruta, la cara oeste, no usada hasta entonces por los antecesores registrados en el libro cumbrero. De todos modos, por versiones de baqueanos de la zona nos enteramos de distintos intentos que no fueron terminados con éxito.
El grupo estaba compuesto por Alejandro Serret, Alberto González y Conrado Verberck. Salimos desde Junín de los Andes, el día 28 de enero de 1982, Alberto y yo, con un Citroën Ami 8.
Ya en varias oportunidades había vuelto a la zona, con mi familia, con la esperanza de poder concretar algún día la tan anhelada ascensión. Así fue que el año anterior, habíamos llegado en auto hasta La Matancilla, un paraje a 25 kilómetros del Domuyo, haciendo ya algunos contactos con los maestros del lugar, que además cumplen una sacrificada, pero meritoria labor en aquellos confines de la cordillera neuquina.
Habíamos estudiado posibles rutas con auxilio de prismáticos. En especial nos gustó un largo filo norte-sur que desde unos 4000 metros de altura remataba en la cumbre de 4709 metros, Así lo estimábamos, viéndolo desde abajo.
Pasamos por la ciudad de Zapala, almorzamos en Bajada del Agrio, a orillas del río, y a las 15 hs llegamos a Chos Malal donde nos encontramos con Alejandro, estudiante universitario de Buenos Aires con quien Alberto, en 1981, había hecho el “curso de hielo” en el Tronador y juntos habían también realizado la ascensión del Pico Argentino. Entonces recordamos cómo después de esa experiencia comenzamos a preparar activamente nuestra expedición al Domuyo.
Consultamos los relatos de expediciones anteriores. Conversamos con el Dr. Bertolami, director del Hospital Provincial de Neuquén, quien en varias oportunidades había intentado el cerro, y también con Alfredo Rosasco, quien vivía en Neuquén y había participado en una expedición argentina al Dhaulagiri.
También estudiamos fotografías aéreas de la zona, y finalmente, conseguimos un mapa topográfico a escala 1:100.000 y que resultó bastante bueno.
Alberto compró y experimentó una carpa para alta montaña de la marca Fugate. Además, llevamos una cuerda de 40 metros, piquetas y grampones.
Y ahora estábamos en Chos Malal. Esa misma tarde avisamos a las autoridades policiales y a Gendarmería de nuestras intenciones, y consultamos datos acerca del camino de aproximación en auto.
Nos decían que era conveniente viajar en camioneta, especialmente por las cuestas empinadas. Pero no contábamos más que con el Ami 8 y nos largamos igual. También nos recomendaron un baqueano que podíamos encontrar cerca del final del camino. Seguimos viaje, pasamos por Andacollo, y luego vivaqueamos a orillas del río Nahueve.
A la mañana siguiente, el 29 de enero de 1982, pasamos por Las Ovejas, Varvarco, y continuamos por ruta aún conocida, pero luego de unos 15 kilómetros ya comenzamos a transitar en auto por lugares donde hacía 10 años anduvimos a pie con mi señora, que en estas travesías de alta montaña, solía quedarse a acompañar desde nuestro hogar, cuidando a nuestros hijos (y esta experiencia me trajo aquellos hermosos recuerdos). Para mis acompañantes, todo era asombro, ya que ellos solo conocían hasta Chos Malal.
Unos días antes, Alejandro había ascendido al cerro Huayle (de 3200 metros de altura), pero nada más. A mí también me asombró el camino, porque donde antes había senderos angostos en zigzag, ahora había un espectacular camino con subidas y bajadas impresionantes para cruzar los arroyos Autreuco y Covunco. Atreuco: agua fría. Covunco: agua caliente.
A este último también se le llama arroyo de los Tachos. Debo reconocer que por lo menos en tres oportunidades mis compañeros de expedición tuvieron el privilegio de entrenarse ayudando a empujar el auto para lograr subir las cuestas… después yo tenía que esperarlos, ¡mientras ellos se venían aclimatando subiendo a pie!.
Cruzamos el arroyo Aguas Calientes. ¡Aquí hubo una sorpresa! ya que nos encontramos con varias cabañas o “bungalow” (así les llaman en la zona). ¡Hace 10 años habíamos estado completamente solos, pero en carpa, con mi señora!
Ya estábamos en zona de las termas. Finalmente, tomamos un desvío y a 1800 metros de altura llegamos a unos pequeños géiseres llamados Las Olletas, a la vista de nuestra cumbre deseada a unos 15 kilómetros de distancia. De aquí bajamos a unos 1700 metros de altura a la vivienda de Doña Antonia, viuda de Castillo, donde dejamos el auto.
También encontramos aquí a nuestro baqueano, Don Federico Vega, quien con la ayuda de una mula, llevó nuestras cargas hasta su puesto, distante unos 2 kilómetros, al otro lado del arroyo Manchana Covunco.
Cruzamos a pie, por un puente de troncos. Llegamos a la casa, a unos 1750 metros de altura, sobre la margen derecha (norte) del arroyo y al pie del cerro de Las Papas. Ordenamos nuestro equipo. El baqueano nos invitó con churrasco de cordero asado, y pasamos la noche en el puesto.
El día 30 de enero amaneció despejado, en contraste con el día anterior, que fue muy ventoso, nublado y con lloviznas.
Una vez listos, nos pusimos en marcha, Don Federico Vega a caballo, llevando a tiro la mula cargada. Nosotros le seguimos a pie.
Remontamos la margen norte del arroyo por senderitos apenas marcados, faldeando el cerro de Las Papas.
El Manchana Covunco corre muy encajonado y a veces lo bordeamos hasta más de 100 metros por encima del cauce, en el cual pudimos observar. El Humazo, otro géiser, que arroja agua caliente y vapor hasta 20 metros de altura y en forma continua. Pero paulatinamente nos ponemos al nivel del arroyo y llegamos a una confluencia. Desde el norte llegan aguas claras, mientras que desde el este llegan aguas turbias, mezcla de deshielo y aguas termales. Este afluente fue llamado Torrente Negro por Lino Carbajal y en mapas actuales figura como arroyo Malo.
Seguimos bordeando el arroyo principal y lo cruzamos un poco más allá del lugar donde recibe el afluente, que proviene de los glaciares de la cara oeste del Domuyo. Continuamos ascendiendo, dejando el torrente por nuestra derecha, y satisfechos con el grandioso paisaje. Al fin llegamos a unos mallines con 2 o 3 lagunitas con agua abundante, limpia y cristalina. Lugar ideal para instalar el campamento base (a 2800 metros de altura).
El Domuyo nos muestra ahora toda su cara oeste, destacándose 3 grandes glaciares que confluyen y dan origen al torrente mencionado anteriormente. A la derecha se destaca, imponente, un gran espolón con rocas bastante descompuestas y que remata en una torre rocosa,la antecumbre, a unos 4400 metros de altura (la cual se visualizaba desde distintos lugares cuando hicimos el viaje de aproximación en auto). Nos imaginamos una ruta cruzando los glaciares bien arriba, por el aparente filo norte-sur hacia la derecha en dirección al espolón tan característico. Don Vega nos obsequió con otro asado y nos instalamos, dispuestos a salir al día siguiente.
Según nuestro baqueano, él trajo una expedición por este lugar, cuyos integrantes hicieron un intento por los glaciares. No hicieron comentarios de sus logros. Días después, en el libro de cumbre no aparece nada al respecto, por lo que supusimos que no llegaron. Sin embargo, encontramos indicios de una expedición anterior hasta cerca de 3800 metros de altura. Después, en Junín de los Andes, nos enteramos y hasta vimos una película de una expedición que intentó el coloso patagónico por esa ruta, unos quince días antes que la nuestra.
Pero volvamos al Campamento Base. Esa tarde estudiamos diversas alternativas. Finalmente, decidimos ascender hacia el NE hasta el filo norte-sur, tratando de bordear los glaciares por acarreos y campos de nieve. Luego fuimos a dormir, dos en la carpa y dos bajo la lona de un sobretecho.
Al otro día, 31 de enero de 1982, nos despedimos de Don Vega, quien volvía a su puesto. Con la promesa de retornar a buscarnos dentro de una semana (el 6 de febrero). Dejamos la mitad de las provisiones envueltas en la lona, por si tuviéramos que desistir de esta ruta, o volver por motivos meteorológicos.
Salimos ya sin ayuda de las mulas. Hasta aquí habíamos caminado sin carga, pero en adelante iríamos con 20 kilos cada uno (comida para 6 días, carpa, el combustible necesario, material de escalada, etc.).
Pensábamos subir en distintas etapas y en caso de mal tiempo tratar de superarlo sin bajar. Subimos por los filos a la izquierda de los glaciares, ya por acarreos, luego por manchones de nieve dura, donde se insinuaban penitentes, llevábamos puestos los crampones hasta que se ablandó la nieve. Descubrimos los volcanes chilenos, ya que hacia el oeste no había contrafuerte alguno que nos impidiera la visión.
Al promediar la tarde nos enfrentamos con una fuerte pendiente de acarreos, que ascendimos en diagonal hasta llegar al borde de los glaciares.
Estábamos bastante cansados, después de 10 horas de marcha, llegamos hasta los 3800 metros de altura, donde en el único lugar horizontal y chico montamos el Campamento 1.
Luego de nuestra primera noche en las alturas del Domuyo, decidimos emplear el día en explorar la ruta a seguir. Subimos el resto del filo hasta una cumbre secundaria a 3930 metros de altura y allí tuvimos una vista extraordinaria. Al este, un enorme glaciar, hermoso, bajaba desde cerca de la cumbre hasta los 3200 metros de altura, aproximadamente. Amplios faldeos englaciados caían, dando origen al río Turbio, que corre en dirección al norte.
Nuestro filo también descendía suavemente hacia el norte, con por lo menos tres cumbres fuertemente englaciadas, y allá a lo lejos reconocimos el cerro Campanario situado junto al paso del Maule o Pehuenche, en la provincia de Mendoza.
Hacia el sur, tras un pequeño descenso, nuestro filo ascendía hasta la torre-antecumbre de 4400 metros de altura, la que a su vez se une con el filo cumbrero. Hacia el oeste, observamos la ruta recorrida. Y al este, la profunda quebrada donde nace el río Turbio. Estudiamos la posible ruta, conviniendo que la más factible parecía ser la del filo en que estábamos, con glaciares con pendientes hacia ambos lados.
Entonces decidimos que desde nuestro Campamento 1, avanzaríamos sobre los glaciares de la cara oeste, ascendiendo en diagonal hacia el sur. De esta manera, evitando las enormes grietas y cruzando varias de las más chicas, nos acercaríamos al espolón, detrás del cual nace el largo filo de acarreo que lleva a la cumbre.
A la tarde hicimos pequeñas prácticas en el glaciar, con algunos penitentes de hasta un metro de alto. Volvimos al campamento, hicimos los preparativos para el día siguiente y nos fuimos a descansar. Vimos que se acercaban unas nubes desde el oeste.
El tiempo, que hasta ahora se había portado bien, nos dio una sorpresa. En pocas horas se desató un violento temporal que nos inmovilizó en nuestra carpita, que siendo diseñada para dos, nos resultaba algo apretada para los tres.
Fueron 12 horas de un terrible viento blanco (con nieve), intenso frío, ruido ensordecedor, vientos que se aflojaban, nieve que se filtraba. Allí nos dimos cuenta de que estábamos muy expuestos al viento. La carpa se aplastaba en cada ráfaga, sacudiéndose y rompiéndose a medida que avanzaban las horas. Adentro, estábamos listos para quedar a la intemperie en cualquier momento.
A la mañana calmó el viento y nos levantamos. Había nevado unos 10 cm. Todo estaba muy cambiado. Un manto blanco lo cubría todo, incluso el campamento base, 1000 metros más abajo. Evaluamos los daños en la carpa, que era para alta montaña y había sido probada ya en el Aconcagua. Por suerte se rompieron solamente las prolongaciones que a su vez sujetan los vientos y quedó inutilizado el sobretecho, pero el habitáculo principal todavía permitía su uso.
El nuevo día prometía calma. Decidimos trasladarnos a un lugar más alto, más reparado, y también más cerca de la cumbre. Recién a las 12:00 hs. nos pusimos en marcha, con mucho frío. Iniciamos la travesía de los glaciares, esquivando los penitentes, subiendo en dirección al sur. Sorteamos varias grietas y, tras 4 horas de andar, llegamos a 4100 metros de altura y allí decidimos instalar nuestro segundo campamento de altura, pero esta vez sobre hielo, rodeado de grandes penitentes, por lo cual tuvimos que trabajar con las piquetas para aplanar el piso. Todavía faltaba cruzar otra parte del glaciar para llegar a la altura del espolón. Pasamos una noche tranquila, aunque muy fría.
Finalmente, el 3/2/82, partimos dispuestos a intentar la cumbre. Luego de cruzar durante 1 hora lo que quedaba del glaciar, preferimos abandonarlo, ya que los penitentes superaban los 2 metros de altura y se nos hacía bastante difícil avanzar.
Encontramos zonas de acarreo para seguir subiendo, dejamos el espolón y antecumbre a nuestra derecha y abajo. Finalmente, tomamos el largo filo cumbrero.
Bordeamos una laguna helada y a las 14:10 hs. encontramos un mojoncito detrás del cual no había montículo más alto. ¡Cumbre! Emocionados, ¡nos felicitamos y abrazamos por un sueño hecho realidad! Un día radiante de sol, muy claro. Un poco de viento frío que nos obligaba a no quedarnos demasiado quietos.
La zona de cumbre estaba sin nieve. Pero la vista era ilimitada… Hacia el oeste y sudoeste distinguimos los volcanes Callaquén y Copahue, la Sierra Velluda, el volcán Antuco, los nevados de Chillán, Longaví y otras montañas. Hacia el norte, el cerro Campanario y los volcanes Descabezado, y bastante más lejos los volcanes Peteroa y Tinguririca y los cerros El Palomo y Sosneado. Hacia el sector este, el cerro Nevado, al sur de San Rafael. Más cerca, los volcanes Payún Matrú y Payún Liso. Y más cerca aún, los volcanes Tromen y Huayle. Al sur, la Cordillera del Viento. Y bien cerca, al noroeste, las lagunas Varvarco y varias otras más chicas.
Junto a nosotros, la pirca que guarda un cilindro de cobre, una caja de lata y una botella vacía. Imágenes de Ceferino Namuncurá y de San Sebastián. En el cilindro estaba el libro de cumbre dejado allí en el año 1966. El libro tiene hojas numeradas. Entre otras estaba la constancia de la ascensión de Vicente Cicchitti en 1971. Nos toca ser la expedición n.º 12 que llega desde aquel año, y desde marzo de 1979 (pasaron 3 años) que nadie se anotaba en la lista.
Deducimos, de la lectura del libro y de lo conversado con nuestro baqueano que hicimos una ruta totalmente nueva. Dejamos un banderín de Junín de los Andes y uno del Club Andino Córdoba. También quedó representado el Centro Andino Buenos Aires.
Durante 1 hora gozamos del paisaje, con tiempo excelente aunque frío. Desandamos nuestro camino y llegamos al campamento 2 a las 19:00 horas y allí pasamos otra noche tranquila.
Al otro día salimos al mediodía, bajamos y en 6 horas llegamos al Campamento Base donde estaban las cosas que habíamos dejado de repuesto, víveres y combustibles, entre otras.
El 5 de febrero de 1982 fue día libre, pues el baqueano llegaría el día 6. Hicimos pequeñas caminatas de exploración en dirección a la “olleta bramadora”.
Al día siguiente, nuestro baqueano llegó puntualmente al mediodía, tal cual prometió. En 4 horas llegamos hasta el auto. Nos despedimos de Don Federico Vega. Esa misma noche llegamos hasta la escuela del paraje La Matancilla, donde acampamos, atendidos muy gentilmente por el matrimonio de maestros.
Al otro día recorrimos la zona de Los Bolillos, curiosas y gigantescas areniscas erosionadas presentando sugestivas formaciones. A la tarde volvimos hasta Chos Malal, previo baño en un arroyo de la Cordillera del Viento.
El 8 de febrero fuimos hasta Tricao Malal para admirar desde allí nuestro cerro, comprobando que desde este lugar la aproximación resulta aún más larga. Al día siguiente salimos desde Chos Malal para volver a Junín de los Andes y reunirnos con nuestras familias.
Nos pareció una montaña muy atractiva, por su extensión, sus glaciares y sus géiseres. Desde el campamento base escuchamos continuadamente a la llamada Olleta Bramadora, del otro lado del Torrente Negro y al pie de los enormes paredones yesosos del filo que conduce al famoso espolón y antecumbre.
Por los datos existentes en el libro de cumbre y las publicaciones a nuestro alcance, esta ruta no se había hecho hasta ahora. Por lo tanto, la recomendamos por varios motivos :
1) -Dada la reciente habilitación de caminos y la terminación de puentes sobre los arroyos, es posible acercarse más en auto que por otros lados (clásicamente por Tricao Malal).
2)- Se encuentran baqueanos con mulas para el transporte de cargas.
3) -El lugar elegido como campamento base es ideal y desde él se puede optar por diversas variantes para la ascensión. En las cercanías está el géiser de vapor llamado Olleta bramadora ( porque constantemente emite un ruido parecido al de un motor de avión jet que sobrevuela el lugar).
4)- Si se desea, se puede hacer subir a las mulas hasta los 3.300 metros de altura aproximadamente.
La ruta tiene acceso desde la zona de Aguas Calientes. La parte alta discurre por la cuenca glaciar del Manchana Covunco, filo nor-noroeste y filo cumbrero.
Es técnicamente poco difícil. Requiere el hábito de caminar con crampones. Cruzamos varias grietas de unos 50 centímetros de ancho. Las mayores se pueden eludir fácilmente. Leves inconvenientes debido a la altitud.
Materiales esenciales: piqueta o bastones, crampones, cuerda de seguridad para ascensión sobre glaciar. Carpa de alta montaña y elementos para acampar. No hay refugios.
Tener en cuenta que nuestra descripción corresponde a la época veraniega, febrero de 1982.
En diciembre de 1992 y en febrero de 1993, Alberto González y Conrado Verberck estuvieron nuevamente en las laderas del Domuyo, visitaron varias de sus interesantes olletas hirvientes, fumarolas y géiseres, descubriendo incluso una fumarola nueva, que no se hallaba en ese sitio, trayecto conocido de la ascensión de 1982. Se reconocieron variantes de sendas de acceso al Campamento Base de la ladera oeste. Y visitaron especialmente la Olleta Bramadora, que es la situada a más altitud y la de más difícil acceso.
También encontraron habilitada una nueva huella para autos que permite llegar hasta una playa de estacionamiento situada a 2400 metros de altura, con lo que la aproximación a pie quedó reducida en algunos kilómetros, y menos desnivel total desde donde se dejan los autos. Esto es por la ruta de ascenso por el suroeste, que ahora se considera la “normal”.
En 1998 y 1999, Alberto González y varios acompañantes intentaron la ascensión por el filo NNO y otra por el arroyo Covunco o de los Tachos y el filo sur, debiendo en ambos casos volver a pocos metros de alcanzar la cumbre, debido al mal tiempo.
Actualmente, la zona está comprendida dentro del área protegida del Sistema Domuyo, por lo que también hay guardaparques para otorgar permisos, controlar equipo y asesoramiento. Se puede hallar abundante información en los medios de comunicación y sitios de internet.
Hoy en día el Domuyo es una montaña conocida y muy concurrida. Cuando fuimos en 1982 era muy distinto. Eran muy pocas las ascensiones. Fue una verdadera aventura de exploración, y así lo sentimos y lo expresamos en nuestro relato.
Ahora puede haber cambios en las surgentes termales. Es muy posible que se hayan achicado los glaciares. A algunos lugares les pueden haber cambiado el nombre. Pero la montaña continúa allí para disfrute de los que quieran conocerla.
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