En este completo artículo nos presentan la zona del Tafi del valle, que fuera poblado por culturas milenarias, y que aún hoy se pueden descubrir signos de su presencia, sumando un interés especial al explorar sus montañas
El Valle de Tafí marca el inicio del Valle de Calchaquí portal de entrada a un importante enclave de la historia del Norte Argentino.
Tafí del Valle se encuentra a 126 km de la Ciudad de San Miguel de Tucumán. Para llegar se debe tomar la ruta 307 que se abre paso a través de la Quebrada de los Sosa. El río que le da nombre es el mismo que, aguas arriba, se llama Tafí y que baja, espumoso, desde los 2.000 m.s.n.m. hasta los 400 de la llanura oriental de la provincia. Hasta la década de 1940, este paso por entre las sierras del Aconquija sólo era transitable a pie o en cabalgadura. Las alturas oscilan entre unos 300 y 500 m.s.n.m.
La Quebrada de Los Sosa es una de las 12 áreas protegidas de Tucumán. Fue creada en 1940, por la Ley Nacional 1.829 con la finalidad de que sea una reserva forestal que protegiera la franja que tiempo más tarde fuera el camino a los Valles Calchaquíes. La reserva comprende un área de 18 km de largo y 1 km promedio de ancho. Está ubicada entre los km 20 y 38 de la Ruta Provincial 307. La altitud va aproximadamente desde los 650 a los 1.750 msnm. En total posee una superficie de 890 ha. en los departamentos Monteros y Tafí del Valle y su altitud va de los 650 a los 1750 msnm. Preserva parte de dos comunidades vegetales de las Yungas: la selva con sus cedros, nogales y laureles, y los bosques montanos, uniespecíficos de alisos, con algunos ejemplares de sauco.
Luego de pasar, en el ascenso desde Acheral hacia Tafí, por selva subtropical y por bosques de alisos se encuentra en el valle, con prados de alturas, la vegetación arbórea sólo se desarrolla en las bocas de las quebradas. En el paisaje predominan hierbas y gramillas con flores, en primavera. Los árboles prosperan poco, debido a los fuertes vientos y la ausencia de suelos aptos. Las especies autóctonas casi se han extinguido. Son escasos los algarrobos y prácticamente esta exterminada la queñoa, que si podremos apreciar camino al Valle de La Ciénaga. Abunda el aliso en la parte baja de las bocas de quebradas. En el valle los álamos y los sauces están asimilados, a pesar de no ser naturales de estas tierras, ya que penetraron en el siglo pasado. En cuanto a los cultivos predominan los frutales como manzanas, duraznos y nueces, así como hortalizas, poroto, arveja, trigo y maíz. Sobresale asimismo la producción de papa semilla, de reconocida calidad. La frutilla se incorporo recientemente, aquí se puede destacar que la época de producción de esta es distinta que en otras zonas (como en Lules), en el valle se desarrolla tardíamente cuando la temperatura aumenta. Ascendiendo aun más y llegando al Infiernillo la vegetación se hace mas xerófila, conformada en su mayoría por gramíneas de pastos duros que no constituyen una unidad homogénea sino grupos aislados.
El Valle de Tafí y sus zonas aledañas, como el Valle de La Ciénaga, Anfama y El Infiernillo constituyen unas de las áreas de mayor importancia arqueológica del NOA, dada su relevancia cultural, social, económica y política en tiempos prehispánicos.
Los signos más antiguos de presencia humana en el Valle ubican en la Quebrada de Los Corrales, situada sobre el abra de El Infiernillo (3100 msnm) y se remontan abarcan un largo intervalo temporal de 8000 años: desde ca. 6650 a.C. hasta ca. 1350 d.C.
(Oliszewski, Nurit; Las aldeas 'Patrón Tafí' Del sur de cumbres calchaquíes y norte del sistema del aconquija; Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti; Comechingonia; XXI; 1; 12-2017; 205-232)
Pueblos agricultores y pastores ocupan buena parte de la región del fondo del Valle, pero también los faldeos montañosos (Manasse 2002; 2003), quebradas aledañas (del portugués y de Los Sosa) y valles colindantes como el de La Ciénega (Bernasconi y Baraza de Fonts 1985; Cremonte 1994) y Anfama (Quiroga 1899). En la arqueología, estas manifestaciones del primer milenio de la era cristiana fueron denominadas como “Cultura Tafí”.
De acuerdo a las investigaciones científicas realizadas hasta la fecha, las evidencias arqueológicas del primer milenio de la era cristiana (Cultura Tafí) se encuentran en El Infiernillo, Carapunco, Las Tacanas, La Bolsa, La Quebradita, Río Blanco, Tafí del Valle, Los Cuartos, La Costa 1 y 2, Barrio Malvinas Argentinas, Ojo de Agua, La Angostura, El Mollar, Casas Viejas, El Rincón, Quebrada del Portugués, Las Carreras, Rodeo Grande, La Ovejería, El Churqui, La Ciénega y Anfama. Ello, sin mencionar las áreas de mayor altura, como el cerro Pelao, faldeos, mesadas y cumbres de las Cumbres Calchaquíes, faldeo, mesadas y filos del Ñuñorco, faldeo, mesadas y filos del Muñoz.
Estos pueblos habitaban en viviendas con paredes de piedra y techo de paja, de morfología circular. Este tipo de patrón arquitectónico y de uso del espacio que consiste en una serie de recintos que rodean - como pétalos de una flor - un círculo de mayor tamaño, que es interpretado como un patio en el cual se realizaban toda una variedad de actividades domésticas, así como también se destinaba al entierro de los familiares, se repite para todo el Valle de Tafí, así como para La Ciénega y Anfama. Se los suele llamar “corralitos”, aunque ésta no era su función. De hecho, sí van a contar con corrales para el encierro de las llamas, pero éstos son de mayor tamaño y algo separados de la unidad de vivienda.
En estas unidades residenciales, así como en uno de los montículos excavados en Casas Viejas, de posible carácter ceremonial, se halla abundante alfarería fragmentada con características propias. Entre los fragmentos característicos que aparecen en esta época, aparece toda una serie de apliques modelados, con representaciones antropo y zoomorfas.
Una característica importante de los pueblos que habitaron el Valle de Tafí y regiones aledañas hace 2.000 años, es su vida religiosa, manifiesta en una innumerable cantidad de monolitos, algunos de ellos con grabados, otros esculpidos al menos parcialmente. En la región son conocidos como “menhires”. Estos monolitos - de 2 a casi 4 metros de longitud - solo tenían valor simbólico en el contexto de las unidades domésticas, de espacios de carácter productivo o ceremonial. Es decir, su significado y valor religioso se vincula al entorno en el que fue erigido. Asimismo, se conocen otras manifestaciones ligadas a cultos de carácter más privado, como los complejos suplicantes, hasta piezas pequeñas elaboradas con finas piedras, como la obsidiana o crisocola.
Unos 1.400 años atrás, tanto Berberián (Berberián y Nielsen 1988) como Núñez Regueiro (Núñez Regueiro y García Azcárate 1996) sugieren que hubo un cambio en estas sociedades, que se manifiesta en el abandono de prácticas vinculadas a la veneración de los menhires y en la tendencia a un aglutinamiento de las viviendas, conformando aldeas, en ocasiones con espacios de uso público. Este tipo de sitios arqueológicos son encontrados hasta alrededor del 1.000 de la era cristiana.
Si bien la información arqueológica es más escasa para los comienzos del segundo milenio de la era cristiana, se puede sostener que el valle continúa habitado, aunque posiblemente en menor densidad poblacional (Manasse 2005). Hay evidencias que apuntan a una continuidad en la ocupación de estas regiones, por ejemplo, las halladas en Casas Viejas, en el área de una unidad de vivienda típica de lo que se ha denominado cultura Tafí, donde se han encontrado vasijas que indican la existencia de una red de interacción social muy importante con los valles del oeste para este período (Tartusi y Núñez Regueiro 2000). Se trató de un contexto de alfarería Aguada, que se ubica temporalmente en esta franja cronológica. Manasse (2005) sostiene que es factible que muchas de las estructuras domésticas descriptas más arriba, hayan sido reiteradamente reutilizadas a lo largo del tiempo, aunque ya no podamos identificar los rasgos típicos de la Cultura Tafí. Es decir, no existe ruptura suficiente en las características materiales de estos pueblos para pensar en que se trata de otra gente.
Otro rasgo que parece indicar continuidad son las estructuras agrícolas. Ya en los comienzos de la era cristiana hay clara evidencia de prácticas de cultivo centrada en el maíz (en distintas variedades), los tubérculos – como la papa –, leguminosas (particularmente el poroto) y seudo-cereales como la quínoa. Así se van a observar toda variedad de estrategias de adecuación de los suelos y de manejo del agua para mantener húmedos los suelos cultivados.
Un cambio significativo se establece para algunos de los grupos humanos que vivieron en el Valle de Tafí hace unos 800 a 500 años atrás. Junto a los típicos patrones arquitectónicos que venimos refiriendo, aparecen otro tipo de estructuras que se diferencian por la técnica constructiva (construidas en tierra, arquitectura en barro, con poco uso de la piedra) y por su morfología (esencialmente cuadrangular, asociadas ocasionalmente a otras de menor tamaño de morfología circular, cuadrangular o monticular).
Se trata de las “casas – pozo” descriptas por González y Núñez Regueiro (1960) Al tratarse básicamente de estructuras construidas con tierra, no son fáciles de distinguir (Manasse y López: 2001).
Igualmente hay diferencias en su tecnología, en particular, la alfarera. En base a las características de esta última, se pudo establecer la presencia de pueblos que estaban íntimamente ligados a los que para esta época estaban habitando en el Valle de Yocavil. En la arqueología se la refiere como “Cultura Santamariana”, por habérsela hallado en primer lugar en esa región. Se han encontrado claras evidencias de esta Cultura en gran parte del Valle de Tafí y las montañas que lo rodean (Manasse 2004).
No podemos hablar de centros poblados de gran envergadura para el Valle de Tafí, más bien se trata de núcleos poblacionales relativamente pequeños, aunque de algún modo aglutinados. El ordenamiento espacial se articula en relación con espacios destinados a la agricultura, aunque, también, con otros vinculados al control productivo o estratégico, dada la utilización de los espacios altos – entre 2.300 y 3.000 msnm - durante el último milenio de ocupación aborigen (Manasse 2002 b). Habría un uso cotidiano de estas áreas de altura, con pequeños poblados compuestos por toda una serie de recintos asociados, núcleos más pequeños de recintos circulares o semicirculares, espacios destinados al manejo ganadero, como así también, a la producción de recursos vegetales (Manasse 2003). Es elocuente, en estos sitios, la persistencia del patrón arquitectónico circular.
Pero, también es necesario señalar la existencia de sitios que se caracterizan por emplazamientos muy estratégicos, con evidente función de control geopolítico y/o económico. Su localización habla de dinámicas sociales que integran el Valle a los cuatro puntos cardinales: piedemonte oriental de las Cumbres Calchaquíes, valles de La Ciénega y Anfama, abra del Infiernillo, el Muñoz, valle de Yocavil y piedemonte del Ñuñorco con las quebradas aledañas.
La existencia de cementerios (La Ovejería, Las Tacanas, El Churqui y El Potrerillo), dan cuenta de que se trata de un asentamiento de tiempo prolongado, con fuerte nexo con la tierra tafinista (Manasse 2004). Otro elemento que nos sugiere la existencia de varias generaciones de ocupación en este Valle es el hecho de que la cerámica (conocida como santamariana, con sus características urnas funerarias pintadas) ha sido también elaborada a nivel local (Páez 2005).
Por el momento, se puede pensar en una intensa ocupación del valle y las montañas que lo rodean. Los pueblos que usaban esta alfarería característica, son los que los españoles van a identificar como cacano– hablantes; se los refiere como diaguitas. En Tafí, aún no sabemos el carácter de la relación con esos pueblos; es decir si tiene algún grado de parentesco o, más bien, se vinculan desde su cultura, su política y economía. Es posible también, que en el Valle de Tafí, haya habido gente que fuera descendiente más directa con los antiguos pueblos de la Cultura Tafí. Quizás estas familias hayan cohabitado esta región con aquellos que tendrían lazos más claros con la gente del Valle de Yocavil (Bolsi, Madariaga y Batista 1992).
Por último, hoy sabemos que el valle de Tafí ha integrado parte del imperio incaico en el siglo XV, pocas décadas antes de la invasión española. En Tafí hay cada vez más evidencias que permiten sostener la hipótesis de que esta región constituyó un espacio relevante para el incario. Si bien la zona ha estado bajo su control, no necesariamente implicó el asentamiento de gente cuzqueña en el área; pero, tal como ha sido la modalidad corriente de su dominio, los pueblos sojuzgados debían contribuir con tributos y trabajo cuando el inca lo solicita (Manasse 2005).
El Valle de Tafí, junto a los altivalles localizados más al norte ha funcionado como espacio geopolítico relevante en el control y dominio de la frontera oriental del imperio inca. Esta debe ser una de las razones por las cuales la entrada de los españoles, al mando de Diego de Rojas, fuera la ruta hacia el Este por este Valle. Rojas llega en 1543 desde una expedición salida del Cuzco, acompañado por miles de personas que servían al ejército inca. Ellos son los que le van a ir indicando los caminos a seguir y allanándolos, gracias al dominio de estos territorios.
Aunque poco es lo que se sabe sobre cómo estaba el Valle en tiempos en que pasa la columna de Diego de Rojas, es claro que estaba habitado por un número importante de familias. Varios autores hablan de un número de hasta 6.000 habitantes para el área (Berberián 1988; Bolsi, Madariaga y Batista 1992). En la documentación de la época colonial se los identifica como TAFIES. Esta gente habitaría el propio Valle de Tafí, así como las quebradas y cerros aledaños, llegando hasta Anfama (Noli 2004). A nivel general, se puede decir que los grupos indígenas que habitaron el Valle de Tafí tenían rasgos y características socio-culturales comunes al resto de los grupos sur-andinos que habitaron valles y quebradas del Noroeste argentino.
Los conquistadores imponían a los indígenas el “requerimiento”, por el cual se les exigía reconocer la autoridad del rey de España y al Dios del catolicismo como única divinidad, abandonando los propios. Con la sola lectura del documento los nativos pasaban a ser súbditos del rey español lo que implicaba la obligación de tributarle. El contenido del texto era incomprensible para los pobladores de estas tierras ya que se leía en español con traducción al quechua, pero ésta no era todavía una lengua conocida por la mayoría de la población originaria de la región por haberse introducido recientemente con la dominación incaica, desplazando a la lengua cacana.
Con la conquista se potencia la desestructuración de las poblaciones locales, es decir, la desarticulación brutal de su universo, la dislocación de la familia, el desarraigo de la tierra y la satanización de sus dioses, la supresión de mitos y creencias, el desplazamiento de pueblos enteros, la ruptura del equilibrio población-producción por la transferencia violenta de plustrabajo y plusproducto a la economía del conquistador.
Los Tafíes fueron muy tempranamente encomendados (a Juan Núñez de Guevara, en 1552) y trasladados al llano a fin de trabajar para su encomendero. Desde allí se escaparán con tal frecuencia otra vez a sus tierras, que la familia descendiente de ese primer encomendero decide pedir el Valle de Tafí en merced. Podemos estimar que, en ese momento, la población total de Tafí estaría entre 1200 y 1500 personas ya que eran 300 “indios de visitación” (indios tributarios eran los varones entre 18 y 50 años ).
La institución de la encomienda fue una de las maneras que tuvo el régimen español para ejercer la dominación, lo que generó fundamentales cambios en la organización material de la vida de los pueblos nativos. Se entendía como el derecho, que otorgaba el rey español a un encomendero, de recibir los tributos que los originarios debían pagar a la corona española, en calidad de súbditos de ésta. A cambio el encomendero debía cuidar de ellos en lo espiritual y terrenal, educándolos en la fe cristiana. El tributo se pagaba en especie -con el producto de sus tierras-, o en servicios personales, trabajo en los predios o minas de los encomenderos en condiciones cercanas a la esclavitud.
En 1617, el capitán Melián de Leguisamo solicita que se le otorgue la primera merced de tierras entregadas por el rey en el valle de Tafingasta, por ser “tierras vacas y despobladas". El argumento de que estas tierras se encontraban despobladas no tenía otro propósito que conseguir su posesión como propiedad heredable y enajenable. El Valle seguía poblado por los tafíes, aunque debían ir a lugares lejanos para cumplir con los turnos de la mita. Así se unen propiedad de la tierra y dominio de su gente (Requejo 1991; Manasse 2002 y 2004).
Los tafíes, mientras tanto, siguen sirviendo en la actual llanura tucumana. Las guerras calchaquíes de 1630 no los involucra, pero si participan del último de los levantamientos. Vencidos, son extrañados igual que los otros pueblos; se los vuelve a trasladar al llano, como “pueblo de indios” al sur de Famaillá.
En los documentos de 1694 se denomina a todo el valle, en ese entonces propiedad de una sola persona, “Potrero de Tafí”, ya que se transforma en un lugar de pastoreo y engorde de mulares para el circuito comercial que unía Buenos Aires con el Alto Perú, por ese entonces en su esplendor por la explotación minera en Potosí.
Hacia principios del siglo XVIII se produjo en el valle un cambio sustancial, cuando sus tierras pasan a manos de la Compañía de Jesús, orden religiosa que lo explota durante casi 50 años. Los jesuitas integran las tierras del valle a una estructura política-económica, que las vincula con las tierras llanas del este, (donde tenían la Estancia de Lules) y con los valles serranos al oeste, dentro de una gran red comercial cuyo objetivo era el Alto Perú. Requejo señala que la presencia de los jesuitas en el Valle de Tafí incluye la subdivisión del mismo en 6 potreros, de explotación complementaria y rotativa, que son: La Angostura, Río Blanco, La Ciénaga, El Rincón, Los Carapunco y El Infiernillo, que en conjunto forman la estancia de Tafí. La cría del ganado vacuno y el engorde mular, eran complementados por actividades agrícolas, elaboración de sebos y cueros destinados a la población tucumana y algo de producción quesera. La función de este valle era clave en el circuito comercial que giraba en torno a Potosí (explotación minera de plata) (Robledo 1996 y 2004). Con la Compañía de Jesús, poblaciones enteras de indígenas y numerosos esclavos trabajaron en relación de dependencia personal en actividades relacionadas a la ganadería y agricultura. La mano de obra forzada constituía un factor esencial del sistema jesuita.
Con la expulsión jesuita de América (1776), las tierras del Valle son administradas por una Junta de Temporalidades y finalmente rematadas en 1774 entre las personalidades del Cabildo, quienes se apropian de estas tierras a muy bajo precio y cuyas familias se convertirían en la tradicional oligarquía tucumana que, al cabo de pocos años, y por medio de alianzas familiares, consolidaría su poder político y social.
Cada uno de los potreros jesuíticos (El Rincón, La Angostura, Carapunco, Infiernillo, Los Cardones, Río Blanco y la Ciénega) se transformó en una estancia, con lo cual con los nuevos propietarios continúa el modelo de explotación de los recursos: cría de ganado, fabricación de quesos y cueros. El régimen de “estancias ganaderas” va a definir el sistema de explotación de la tierra en el Valle de Tafí y las relaciones sociales por lo menos hasta mitad del siglo XX.
Si bien en el proceso revolucionario de independencia se deroga la mita, las encomiendas, el yanaconazgo y el servicio personal, no hay que confundir estos avances con posibilidades reales de mejoras. De aquí en más el “indio tributario” pasa a ser “peón de estancia” situación que no se revierte sino hasta hace pocos años. En palabras de J. Racedo, “el tránsito de la Colonia a la vida independencia no significa cambios sustanciales en las condiciones reales de vida para los pobladores del Valle. De encomendados a peones de estancia; de tributarios a arrenderos que pagan con ‘obligaciones’, trabajo y parte de lo producido en cultivos o cría de animales el derecho de ser ‘parte’ de la estancia. Se mantienen así de diversos modos, formas de sujeción personal; cambios en lo formal, en lo legal, pero mantenimiento en los hechos de las antiguas relaciones de producción.” (Racedo: 1988).
Desde mediados de siglo XIX, el Valle de Tafí, como espacio productivo, se configura en su totalidad alrededor de la estructura agraria de latifundio o hacienda sobre las espaldas de la población nativa (Manasse y Arenas: 2009, p. 23), representada, hasta la mitad del siglo XX, por seis “estancias”.
La principal actividad económica de las estancias, hacia fines de siglo XIX y comienzos del XX, continuaba siendo la cría y engorde de ganado vacuno, aunque también había ovejas, caballos, mulas, burros y cabras. La lana y los cueros secos se vendían. Las estancias poseían queserías cuyos métodos de elaboración continuaban siendo artesanales. Los quesos de Tafí contaban con gran prestigio, por lo que tenían un mercado seguro. La agricultura no era muy significativa, incluso el cultivo de forrajes, situación que recién comienza a cambiar con la construcción del camino carretero en la década de 1940.
La estancia comprendía todo un régimen jurídico, administrativo y productivo con poder efectivo sobre la vida de los vallistos, siendo un lugar de carácter fuertemente coercitivo, regido por sus propias pautas. El casco de la estancia era el lugar desde donde se impartían las órdenes y se administraba el latifundio, para lo cual contaba con la figura del capataz.
Los “puestos” eran claves en esta estructura de tan amplia extensión. Desde allí, donde residía el puestero y su familia, se controlaban la propiedad y el ganado, por esa razón estaban dispuestos en lugares estratégicos y con pasturas. La presencia de puestos y corrales en el paisaje actual (abandonados y en funcionamiento) es evidencia de la distribución de la fuerza de trabajo en función de la actividad ganadera de las estancias.
Entonces, cuando hablamos de “puestos” nos referimos a unidades productivas que expresan un “modo de producción que se basa en el sistema de arrenderos y puesteros a los que el terrateniente permite asentarse, cercar predios y construir viviendas a cambio de un pago anual fijado por él” (Racedo, 1988).
La institución del trabajo, dentro de las estancias tafinistas, giraba alrededor de la explotación de peones arrenderos. La estancia concedía un permiso al peón para que construya su casa, tenga sus corrales y cultive la tierra y éste adquiría la obligación de pagar por el usufructo de la parcela. Este mecanismo, originado en la propiedad privada de la totalidad de las tierras del Valle de Tafí, generaba muchos beneficios en forma de renta para los terratenientes. Las obligaciones se pagaban con trabajo gratuito para el patrón, generalmente eran 40 o 50 días al año de trabajo en la estancia. Si bien éstas recaían sobre el hombre, alcanzaban a toda la familia y frecuentemente los hijos las heredaban de los padres. Las tareas eran muy variadas y podían consistir en cuidar y arrear animales, sembrar y cosechar, arreglar cercos, etc. en el caso de los hombres y, en el caso de las mujeres, ordeñar vacas y fabricar quesos, atender los cultivos, hilar y tejer. Además, otra forma para pagar el arriendo, que coexistía con las anteriores, era la entrega del llamado tercio, es decir el tercio de lo cosechado por la familia.
Este carácter asimétrico y paternalista que los dueños de las estancias entablaron con sus trabajadores, tendrá significación al momento en que la elite provincial ingrese a la producción azucarera, ya que involucran a los pobladores del valle como mano de obra barata y dependiente. Este hecho es significativo porque transforma a los peones arrendatarios en obreros asalariados estacionales.
En los años 40, con la apertura del camino (hoy Ruta Provincial Nº 307) que une la llanura con los valles, se modifica la configuración territorial de esta región. A partir de ese momento se acrecientan las comunicaciones y el comercio regional (dado que el camino une Tucumán, Catamarca y Salta), toma impulso la conformación como villa veraniega para las familias terratenientes (que ahora lo encuentran más accesible), se puede comercializar e intercambiar productos más fácilmente con el llano y permite que el traslado de mano de obra sea más rápido pues los patrones comenzaron a enviar camiones para trasladar a los obreros en tiempos de zafra.
Los cambios político-económicos de la década de los 60’ impactaron profundamente en la vida de los vallistos. En junio de 1966 se produce el golpe de estado bajo el mando del general Onganía, que decreta la muerte de la economía base de la estructura productiva tucumana a través de la intervención, el cierre y desmantelamiento de 11 ingenios azucareros.
El cierre de los ingenios tuvo una repercusión directa y profunda en la economía y organización familiar, tanto es así que una parte considerable de la población emigran a otros lugares en busca de un trabajo que les permita aportar a la economía familiar.
Con la dictadura impuesta desde 1976, el gobierno de facto del general Bussi -gobernador de Tucumán-, crea el Municipio de Tafí del Valle para ejercer un mayor control en esta zona que unía la llanura con los Valles Calchaquíes. Los pobladores del Valle también fueron víctimas del terrorismo de estado que llevó adelante la represión, la persecución política y la “desaparición” de personas. Durante esos años también el sistema de producción de las estancias va cambiando, aparece con fuerza el alambre y por ende el pago de pastaje en dinero. Las tierras pasan a ser arrendadas a grandes productores foráneos (papa semilla), con la pérdida de la posesión del territorio para la población local.
El impacto fue enorme y acrecentado con la incorporación del Valle al negocio inmobiliario y turístico. Los loteos no paran de crecer hasta el día de hoy, con un gran impacto en el paisaje vallisto, en el patrimonio cultural-arqueológico y en el acceso a los recursos. El problema de la tierra es uno de las principales reivindicaciones que actualmente sostienen las Comunidades Indígenas del valle.
"El valle de Tafí, tiene una forma ovalada con su eje mayor recorrido por el río Tafí, está limitado al Oeste por el cerro Muñoz y al Este por las Cumbres de Mala-Mala que al Sur se denominan Cumbres de Tafí. En medio de la cuenca se levanta el Cerro Pelado o del Medio, que desde el río de la Ovejería hasta el del Mollar acompaña por el Oeste al río de Tafí. Este cerro culmina en el Rodeo del Alto Grande a 2.750 metros y divide a la cuenca en dos valles: el de Tafí propiamente dicho y el de las Carreras. Por el Sur el valle de Tafí se encuentra cerrado por el macizo del cerro Ñuñorco Grande de 3.200 msnm., cuyo faldeo septentrional queda próximo a la confluencia del río colector y de El Mollar; desde aquí comienza La Angostura, estrecho valle de erosión cavado por el río de Tafí. (...)
Las Cumbres de Mala-Mala, que bordean el valle por el Este, se encuentran entre los ríos de Tafí-Angostura y Anfama-Las Juntas. De sus cumbres se desprenden largos filos hacia el SE entre los cuales corren varios afluentes del río Balderrama, el Colorado, el Famaillá, el Caspinchango. A este faldeo suave corresponde hacia el Oeste una pendiente abrupta debido a la presencia de las fallas de la cuenca de Tafí. La dirección de las Cumbres de Mala-Mala es de NNE-SSW, entre La Ciénaga al Norte y el río de La Angostura al Sur, donde comienza su curva hacia el SE. y Este en La Ventanita. Las elevaciones principales están constituidas por el Morro de La Aguada, Alto Grande y Morro de la Vizcachita.
Las Cumbres Calchaquíes se extienden desde la falla de Amaicha-Tafí del Valle hacia el Norte hasta la Quebrada de Las Conchas en la provincia de Salta, a lo largo de aproximadamente 150 kilómetros. En territorio tucumano comienza con el cerro Pabellón al Sur y en el límite con Salta, se encuentra el Portezuelo del Chorro o Huanaquito de 3.120 msnm. (...)
Las Cumbres Calchaquíes tienen un faldeo occidental abrupto y escalonado por la presencia de fallas subparalelas.(...)"
(Santillán de Andrés, S. y Ricci, T., 1980. Geografía de Tucumán. UNT Fac. de Filosofía y Letras)
"El valle de Tafí es una cuenca intramontana emplazada en el extremo norte de las Sierras Pampeanas Noroccidentales. Está limitada al norte por las cumbres Calchaquíes a través de la Falla Tafí del Valle (Baldis et al. 1975) y constituye una depresión tectónica que pertenece al sistema de Aconquija. En ella se preservan elementos que permiten reconstruir al menos parcialmente la evolución tectónica de la región durante los últimos 5 Ma. La Falla Tafí del Valle ha sido descripta como una gran falla inversa con inclinación al noreste, que produjo el cabalgamiento de las cumbres Calchaquíes sobre la sierra de Aconquija (González y Barreñada 1994; Sosa Gómez 2000). (Santillán de Andrés, 1980)
La sierra de Aconquija-Cumbres Calchaquíes junto con el valle de Santa María habrían constituido un elemento positivo durante el Cretácico (González y Mon 1996); pero, durante el Terciario inferior, estos sectores habrían sido receptores de sedimentos, como lo atestiguan las capas conglomerádicas equiparables con el Subgrupo Santa Bárbara del Grupo Salta que se apoyan discordantes sobre el basamento ígneo-metamórfico (Precámbrico Paleozoico inferior) de la sierra de Aconquija y cumbres Calchaquíes.
Los bloques de basamento que constituyen estas sierras fueron levantados por grandes fallas inversas lístricas de acuerdo al esquema clásico de González Bonorino (1950). Sin embargo, de acuerdo a los resultados de este trabajo, se comprueba que se produjeron posteriormente nuevos episodios de movimientos distensivos y transpresivos que generaron fallas normales y de desplazamiento de rumbo responsables de la configuración final del relieve. Además se inició una etapa de ascenso vertical que tiene hasta la actualidad una marcada influencia en la evolución morfológica y en la sedimentación."
El valle La Ciénaga se ubica al noreste del valle de Tafí y pertenece al sistema morfoestructural de Sierras Pampeanas. Es un valle intermontano situado entre los 2500 y 2900 msnm limitado al oeste por Cumbres Calchaquíes, al este por Cumbres de Mala Mala. Se encuentra surcado por dos cuencas pertenecientes a los ríos La Ciénega y de la Puerta de forma alongada en sentido N-S con una superficie aproximada de 28 km2.
El Río de la Puerta está formado por arroyos que descienden desde La Ciénaga y del faldeo noroccidental de las Cumbres de Tafí, vierte sus aguas hacia el valle de Tafí y se distribuye de este a oeste en la zona de La Costa 1. "El río de La Ciénaga recolecta numerosos arroyos que descienden del faldeo oriental del cerro Pabellón y de las estribaciones septentrionales de las Cumbres de Tafí, como es el caso del río Mala-Mala, para formar el río de Anfama que junto con el (...) Garabatal, dan origen al río de Las Juntas. Este a su vez recoge las aguas de los ríos Siambón, San Javier y algunos arroyos como el Duraznillo. A la salida de la quebrada ubicada entre las cumbres de Periquillo y de Mala-Mala, ya con el nombre de río Lules, recibe al río Potrero de las Tablas para posteriormente penetrar por la falla tectónica que separa el morro de Yerba Huasi de la sierra de San Javier, y salir hacia el llano en donde todavía recibe el aporte de las aguas del arroyo Manantial de Marlopa y de otros pequeños cursos de agua como el arroyo del Toro por ejemplo( antes de desembocar en el río Salí."
Una característica son las cárcavas que se producen producto de la erosión ocasionada por las lluvias y los ríos La Puerta y La Ciénaga, a su vez el constante paso ha cavado las sendas, en algunos sectores, de manera notable. Otra particularidad a la que le debe su nombre el valle, son las numerosas ciénagas presentes en él, definidas como un terreno con fango semilíquido, frecuentemente cubierto por vegetación espesa.
"En el extremo sur de las cumbres Calchaquíes se observa una anomalía geomórfica representada por una cuña de compresión similar a las reconocidas en el bloque de Ambato (Gutiérrez 1999). Esta cuña de compresión presenta una morfología deprimida, triangular, limitada por dos fallas normales con componentes de desplazamiento horizontal, cuyo vértice se encuentra en el paraje denominado La Ciénaga. Coincide con una interrupción en la continuidad de la Falla Tafí del Valle, determinada por la saliente que forma el bloque de La Quebradita con respecto al borde de las cumbres Calchaquíes.
Las estructuras del ámbito del valle de Tafí, guardan estrecha relación con las estructuras regionales del sistema de Aconquija y con la geometría tectónica de Sierras Pampeanas (Gutiérrez 2000). El sistema de Aconquija está limitado al oeste por la Falla Aconquija, de rumbo nor-noreste, de carácter inverso e inclinación hacia el este. En el flanco sudoriental de la sierra, el Lineamiento de Tucumán (Mon 1976) tiene componentes de desplazamiento horizontal sinestral (Gutiérrez 2000) y vertical inverso inclinando al oeste (Pacheco et al. 2000). Fallas menores en el sistema de Aconquija tienen rumbo noroeste e inclinación sudoeste, con componentes de desplazamiento normal y horizontal dextral."
Ruiz Huidobro describió en la parte elevada de las Cumbres Calchaquíes, desde la ciénaga Amarilla hasta el cerro Pabellón, una serie de cuerpos lenticulares, de composición esencialmente granítica, que se extienden en una sola línea, separadas por paquetes de esquistos. Son cuerpos de textura granosa panalotriomórfica con áreas gnéisicas, que presentan una foliación paralela al rumbo de los esquistos. Están formados por feldespato potásico (microclino), cuarzo y mica.
Se observan coladas de andesitas en la parte basal, sobre el basamento cristalino, así como en La Ciénaga, La Perra y al sur del El Rincón.
El clima es el resultado de la combinación de elementos meteorológicos, como la temperatura, la presión atmosférica, la humedad, las lluvias, los vientos; y de factores biogeográficos como el relieve, la cercanía al mar, la vegetación, etc.
También las sociedades humanas influyen sobre el clima, por ejemplo cuando se altera el curso de los ríos, o se tala un bosque, o se construye una gran ciudad. De esta manera los ancianos relatan que cuando se construyó el dique La Angostura hubo cambios en el clima del Valle, como ser el incremento de la humedad ambiente.
"La sierra del Aconquija constituye una barrera orográfica a la circulación de los vientos húmedos provenientes del sureste de la provincia de Tucumán, dando lugar a precipitaciones en su faldeo oriental, las que pueden alcanzar los 2000 mm anuales. Según Rohmeder y Kühn (1943) la mayor frecuencia de lluvias se produce entre los 1000 y 1500 metros de altura; allí las precipitaciones caen en forma de lloviznas persistentes, a menudo de varios días de duración. A mayores alturas predomina una neblina espesa y húmeda que limita la visibilidad y abarca una zona ubicada entre los 1500 y 3000 m sobre el nivel del mar. "
El clima de Tafí del Valle se define como semiárido templado a frío con nevadas, contando con temperatura máx. en verano: 28ºC, temperatura media de enero: 22 - 18,6ºC, temperatura min. en invierno: -10ºC temperatura media junio: 8ºC y julio 6ºC. En cuanto al régimen de lluvias este es de 410 mm anuales en la parte llana del valle. Las laderas de las montañas que miran hacia el norte (laderas de solana) se encuentran expuestas a mayor insolación y poseen menos vegetación que las laderas que miran hacia el sur (laderas de umbría) que reciben mayor humedad y poseen tupidos bosques de alisos.
"Las laderas húmedas del faldeo oriental de la sierra del Aconquija poseen un tipo de vegetación que está representada en todo el noroeste argentino por distintas comunidades vegetales pertenecientes a la provincia fitogeográfica de "Las Yungas", reconocida como de dominio amazónico por Cabrera y Willink (1980). En esta provincia fitogeográfica, la variación florística se produce con el gradiente altitudinal, encontrándose:
Selva Montana: Constituye la formación vegetal que se desarrolla entre los 450 y 1400 m sobre el nivel del mar. Según Aceñolaza (1995), en líneas generales se encuentran tres estratos arbóreos diferenciados. Elestrato emergente (25 a 35 metros) compuesto por especies como laurel, horco molle, cedro y pacará, un estrato arbóreo intermedio (10 a 20 metros) constituido por especies como el horco cebil, cebil colorado y el naranjillo y un estrato arbóreo inferior con especies como el arrayan, la ortiga y la papaya silvestre.
Bosque Montano de Altura: Ubicado altitudinalmente por encima de la Selva Montana, entre los 1500 y 2700 msnm. aproximadamente. Cabrera (1976), diferencia en este piso altitudinal tres tipos de bosques: bosques de pino del cerro, bosques de aliso y bosques de queñoa. (Si bien no podremos encontrar bosques de queñoas en el valle de la ciénaga, si encontraremos algunos especímenes de manera dispersa durante nuestra travesía.)
Pastizales de Altura: Situados en el sector cumbral de los cordones montañosos."
Las toponimias son los nombres y significados de los mismos, que tienen los lugares, montañas etc.
Origen: Tukma (voz caacana)
Tuc: valle
Ma: rico, floreciente
Significado: valle rico, floreciente.
Origen: voz indígena Yucuman - traducida del quichua significa:
Yu: nacer
Cu: agua
Man: hacia o de donde.
Significado: donde nacen las aguas o donde nacen los ríos.
Fundamento: "el indígena dio nombre a una región de acuerdo con las características sobresalientes de la misma. Y podemos afirmar que Tucumán era realmente el país de los ríos, un vergel, comparado con los desérticos Valles Calchaquíes, Catamarca, Santiago del estero y Chaco"
En cuanto al significado de “Tafí”, hay consenso de que es un derivado de una denominación prehispánica, sin embargo abundan distintas hipótesis sobre su significado. Manuel Lizondo Borda sostiene que proviene de la voz aymara Taui, cuyo significado es “lugar donde sopla aire frío”. En cambio, Samuel Lafone Quevedo cree que es probable que provenga de la lengua cacana Tafil o Tavil. Para Julio Storni, tiene origen en el quechua Tacti, que significa “paso”, entrada al llano.
También hay referencias de que Tafí del Valle, desciende de la palabra diaguita "Tatktikllakta". Tatktik: significa portillo, paso o camino de grandeza o esplendor. Llakta: significa pueblo. Entonces la palabra Tafí del Valle quiere decir: pueblo de entrada espléndida.
Las primeras referencias coloniales de este nombre son del S. XVII, como consta en la Petición de la merced de tierras del valle de Tafingasta, solicitada en 1617 por Melián de Leguizamo y Guevara: “…están las dichas tierras diez o doce leguas de esta ciudad de San Miguel de Tucumán [Ibatín], poco más o menos, que se llaman y han por nombre el Valle de Tafingasta, el cual dicho valle empieza a correr desde un cerro que se llama Panaqhao hasta otro que se llama Ampitahao que a lo largo sean cinco leguas y tengan tres leguas de ancho de esta manera desde un cerrillo pelado que está dentro de dicho valle que se llama Ampuqatao a mano izquierda legua y media y otra legua y media a mano derecha con todas las angosturas y cañadas que tiene el dicho valle a una mano y a otra…”
El valle de La Ciénaga también es conocido como La Cienega. Como dice la copla popular: “Mala Mala, Potrero e´ las Tablas y esa Cienega que es un placer”
Hoy se conoce con ese nombre en todo el valle, sin embargo según Roberto Zavalía Matienzo, antes de la conquista española se conocía con el nombre de Panaqhao, de origen Kakan.
El nombre Ñuñorco viene de la raíz ñuño que tanto en quichua como en el aymara tiene el mismo significado de ubre o seno. La terminación "orco" según el quichuista Domingo Bravo, significa cerro o montaña, por lo cual el nombre se refiere al cerro que tiene forma de senos de mujer.
Se puede hablar de dos Ñunorcos:
ÑUÑORCO GRANDE
Domina desde las alturas la villa de El Mollar, y es sin dudas uno de los cerros más emblemáticos de la zona.
Coordenadas: S26° 58.862' W65° 42.901'
Altitud: 3306 msnm
ÑUÑORCO CHICO
Se encuentra descendiendo por la Quebrada del Portugués, hacia el sur del valle de Tafí. Cuando nos situamos al Norte del Valle, como ser subiendo hacia La Ciénaga, en un día diáfano veremos por delante el Ñuñorco grande y por detrás el Chico.
Coordenadas: S27° 02.575' W65° 44.492'
Altitud: 2864 msnm
Visible desde La Ciénaga, es parte del cordón de las cumbres calchaquíes que franquean el valle desde el Oeste. El nombre que tenía en Kakan era Ampitahao, hoy es nombrado también por los pobladores como La Banderita, quizás porque por mucho tiempo hubo una bandera en su cumbre.
Coordenadas: S27° 02.575' W65° 44.492'
Altitud: 2864 msnm
Divide el valle de Tafí del valle de Las Carreras. En Kakan recibía el nombre de Ampuqatao. Se lo conoce también como cerro Pelao´, Loma Pelada o Cerro del Medio.
Coordenadas: S26° 54.500' W65° 44.083'
Altitud: 2603 msnm
Por Rómulo Luque
Empezaba a clarear en La Quebradita y como sacudiéndose la modorra de la noche anterior, el viento dispersaba los últimos jirones de nubes y el sol se abría paso sobre las cumbres del Mala Mala.
El mate acompañaba nuestra charla y con mi compañero veíamos que los tafinistos comenzaban su trajín cotidiano.
-En esta curva a mano derecha, en la planta potabilizadora de agua- me dijo.
Habían pasado veinticinco años de nuestro último ascenso juntos al Cerro Pabellón, era un reencuentro de amigos, un reencuentro con aquella montaña y, por qué no, un reencuentro con aquellos jóvenes que fuimos cinco lustros atrás.
-Agarremos esta senda siguiendo el filo pero siempre tirándonos hacia la izquierda- me indicó el Mosquito.
-¡Sino terminamos en La Ciénaga! – dije orgulloso mostrando mi carta topográfica hecha en casa.
Los primeros setecientos metros de ascenso se hacían sentir por lo que paramos unos minutos a tomar agua y comer algo livianito, mientras contemplábamos el paisaje. Ante nuestros pies se abría el Valle de Tafí interrumpido hacia el Sur por el Cerro Ñuñorco Grande.
Me costó reconocer al Cerro Pelao, que cambió sus faldeos libres por una abigarrada zona de casas de fin de semana, que de forma desordenada y sin ningún tipo de criterio van dejando su huella sobre el cerro.
La minera La Alumbrera también cambió sustancialmente el paisaje del valle, las torres de alta tensión, destinadas a alimentar de energía eléctrica a la planta de extracción de minerales, se alzan como gigantes de acero acechando al caminante. La contaminación ambiental llega hasta aquí, la transformación visual del valle atravesado por ese nuevo alambrado es parte de los tentáculos del gigante de La Alumbrera.
Una vez retomada la marcha, pronto divisamos el puesto de arrieros abandonado que años atrás usamos como campamento para el ascenso al Pabellón. A la sombra de unos alisos, entre piedra y pastizales, nos quedamos contemplando maravillados el vuelo de unos cóndores que nos saludaban a corta distancia. Desde donde estábamos podíamos escuchar el silbo del viento entre sus alas.
Al cabo de unos minutos más de caminata, el intenso verde de las yaretas nos indicaba que estábamos arriba de los 3000 metros de altitud. A los lejos veíamos el pedregal que nos esperaba en el ascenso a nuestro destino.
Algunos nubarrones blancos empezaron a asomar desde el Norte, desde la cumbre del Cerro El Negrito. A partir de ese momento, las diferencias de ritmo se hicieron sentir, y mi compañero me marcaba el rumbo desde lo lejos y a través de la radio conversábamos periódicamente. Siempre “a vista” del compañero ascender una montaña es caminar con uno mismo y con el otro.
Miramos hacia el valle y observamos dos puntos que se aproximaban rápidamente. Dos apurados caminantes venían acortando distancia hasta encontrarme. Uno de ellos, que tenía signos de claro agotamiento, se quedó conmigo, yendo a un paso más lento, mientras que su compañero retomó su andar a toda marcha.
-Soy cultor del arte de demorarme, amigo. Y más en la montaña – le dije.
-Más bien, compadre, estoy fusilao. Vamos tranquilos - me contestó.
Y es así, hay veces que el demorarse tiene su recompensa. Al llegar a la cumbre del Cerro El Pabellón, el Mosquito ya estaba esperándome con el mate listo y una picada para disfrutar entre amigos.
Habían pasado veinticinco años de nuestro último ascenso al emblemático Cerro El Pabellón. Pudimos recrear algunas fotografías en lugares que logramos reconocer (una pirca, una piedra grande, sobre un filo con un paisaje detrás...pero claro, ya no éramos los mismos. Las fotografías mostraban el inexorable paso del tiempo sobre nosotros.
Pero hay algo en la montaña que hace que el tiempo tenga otro ritmo, que el demorarse se convierta en una experiencia mágica, y que en este caso, los veinticinco años transcurridos vertiginosamente entre estos dos ascensos recuperen el relato de nuestras vidas.
Por Andrés “Mosquito” Suárez
Pantalones de jean, pullover de lana, mochilas de lona rafialón con estructura de acero, realizadas por el Maestro Raúl González, para nosotros Pichón. Al Pabellón lo subíamos así, con un campamento en el medio, al lado del puesto, porque aún la vertiente tenía agua. Subíamos sin apuro, con la inefable garrafa de dos kilos, si, garrafa de hierro de dos kilos, de hierro, igual que la olla que había “conseguido” por ahí. Subíamos siguiendo nuestro propio rumbo, lejos de los tracks y los waypoints.
Fuimos a la terminal de ómnibus, con nuestros bártulos y nuestras dudas. Yo había subido antes, había sido mi primer ascenso y decidí ir con mis amigos. Matías Torres, con quien había compartido varias travesías, el primer intento juntos al Acay, travesías varias, mi primera cumbre a los 4600 metros. Marcos Zeitoune, mi hermano mayor, amigo desde los seis y con quien luego iríamos aún más alto. Sebas Solís, el porteño, recién llegado de Avellaneda pero dispuesto a ascender a las alturas, luego caminaría ida y vuelta varios años los senderos hacia Chasquivil. La “mula” Lazarte, duro como su apodo lo indica, de risa franca y caminar constante. Rómulo Luque, entrañable compañero de aventuras, con un par de Lagunas del tesoro y una inolvidable travesía desde Tafí del Valle hasta El Siambón, caminando de noche; este sería el último ascenso juntos, pasarían veinticinco años para repetirlo, para que la montaña nos vuelva a unir, como si el tiempo no hubiese pasado.
En esos años “el Aconquija”, empresa de trasporte que sube al valle, hacía una parada en Acheral, donde quienes no sufríamos de mareos nos tomábamos el primer café con leche con tortillas, el segundo sería en la terminal de Tafí del Valle, donde esperábamos que descanse el chofer para bajarnos justo en el Cristo para comenzar el ascenso.
Cuando hoy se habla de El Pabellón, se habla de un cerro “para entrenar”, ideal para subir en el día y probar cómo estamos de piernas, un ascenso constante que nos permite templarnos y probarnos para otros objetivos. En aquellos años, para nosotros al menos, El Pabellón era sinónimo de disfrute, de subir lento y constante para disfrutar de la vista, de pasar dos noches acampando al lado del puesto, compartiendo mates, historias e imágenes. Hoy la falta de agua complica realizar como lo hacíamos, pero el espíritu con el que nos movíamos sigue siendo el mismo, lo que nos impulsa a subir, aún hoy, son las ganas de disfrutar el paisaje, de descubrir nuevos horizontes, de compartir vivencias con nuestros compañeros.
- Arenas, P., Manasse, B. y Noli, E. En Paisajes y procesos sociales en Tafí. Una mirada interdisciplinaria desde el Valle (Tucumán, Argentina) 2007.
- Bernasconi de Garcia,T. y A.N. Baraza de Fonts. Estudio arqueológico del valle de La Ciénaga (Departamento de Tafí, Provincia de Tucumán), 1985.
- Bolsi, A., M. Madariaga y A. Batista. Sociedad y naturaleza en el borde andino: el caso Tafí del Valle. Estudios Geográficos tomo LIII nro.208, 1992.
- Cremonte, M. B., 1996. Investigaciones arqueológicas en la Quebrada de la Ciénega (Depto.Tafí, Tucumán). Tesis doctoral. Facultad de Ciencias Naturales y Museo. Universidad Nacional de la Plata. Argentina.
- FERNANDEZ, D. S. y LUTZ, M. A.. Procesos de remoción en masa y erosión fluvial en la quebrada del río Los Sosa, provincia de Tucumán. Rev. Asoc. Geol. Argent. [online]. 2003, vol.58, n.2 [citado 2014-09-28], pp. 255-266. Disponible en: <http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0004-48222003000200011&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0004-4822.
- Informe Final del Grupo de Trabajo: Pobreza y Desarrollo Sustentable, que integra el proyecto "Gobernanza Ambiental en América Latina y el Caribe: Desarrollando Marcos para el Uso Sostenible y Equitativo de los Recursos Naturales” 4. El uso integral y sustentable de los recursos naturales a partir de estudios de proyectos productivos aplicados a la zona de Tafí del Valle. Provincia de Tucumán (Coordinador: Héctor Sejenovich, Coordinador Técnico por Tucumán: Dr. Juan A. González, Investigador en Flora: Juan M. Jiménez, Investigador en Fauna: Jorge Pablo Jayat, Investigador en Economía y Ambiente: Jorge D. Aimaro, Investigador en Planificación y Ambiente: Horacio Mora, Investigadora en Recursos Hídricos: Matilde Alcalde, Investigadora en Agroecosistemas: Marcela Colombo) (pag.165) INGEMA.
- Manasse, B. y R. Burke. Ocupaciones del último milenio en el Barrio Malvinas Argentinas, este de Tafí del Valle. MS, 2005.
- Manasse, Bárbara. Una historia alternativa sobre el pasado prehispánico del Valle de Tafí. Producciones Científicas NOA 2002 SEDECyT - UNCa 950 - 746 - 059 - 4
- Manasse, Bárbara. Las evidencias arqueológicas del Valle de Tafí: una mirada desde la gestión de los recursos culturales. Simposio: Gestión y Patrimonio. La gestión del patrimonio Arqueológico. XIV Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Rosario, 2001.
- Manasse, Bárbara. Referencia sobre el pasado tafinisto. Informe Científico encargado por la Unión de los Pueblos Indígenas del Valle de Tafí, 2005.
- Manasse, Bárbara. Tiempo antes de la conquista española en el Valle de Tafí. Taller Investigando en Tafí: una puesta al día. Tafí del Valle, Tucumán, 2004.
- Marta de Escurra de Aráoz, Historia De Tucumán 1543 - 1916
- Neder, l., sampietro vattuone, m.m.1,2 y a. Iacullo
- Oliszewski, Nurit; Las aldeas 'Patrón Tafí' Del sur de cumbres calchaquíes y norte del sistema del aconquija; Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti; Comechingonia; XXI; 1; 12-2017; 205-232
- Páez de la Torre, C. y Pedro León Cornet. Una historia de Tafí del Valle. Ediciones de la Veinticuatro, San Miguel de Tucumán, 2011.
- Quiroga, Adán. Las ruinas de Anfama. El pueblo prehistórico de La Ciénega. Boletín del Instituto Geográfico Argentino Tomo XX Bs.As. 1899.
- Requejo de Medjugorac, M. I. Aportes para la historia del Valle de Tafí Series de Documentos de Trabajo Nro.1 CERPACU Colección: Patrimonio Tucumán, 1991.
- Racedo Josefina. Critica de la vida cotidiana en comunidades campesinas. Doña Rosa una mujer del noroeste argentino. Ed 5 Bs As 2000.
- Racedo, J y otros. Conociendo la comunidad indigena Casas Viejas. Tierra trabajo e identidad. Ed 5 Tucumán, 2012.
- Santillán De Andrés, S. Poblaciones indígenas en el Valle de Tafí. Geographia una et varia UNT. 1951.
- Santillán de Andrés, S. y Ricci, T., 1980. Geografía de Tucumán. UNT Fac. de Filosofía y Letras GUTIERREZ, Adolfo A. y MON, Ricardo. Megageomorfología del valle de Tafí-Aconquija, Tucumán. Rev. Asoc. Geol. Argent. [online]. 2004, vol.59, n.2 [citado 2014-10-02], pp. 303-311.
Disponible en: <http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0004-48222004000200013&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0004-4822.
- Zavalia Matienzo Roberto, "Los Valles Calchaquíes. Historia del Valle de Tafí" Tucumán 1982 IGN Tucumán 100K Diario La Gaceta 23 de Enero 2013
Centro cultural Argentino de Montaña 2023