El autor nos invita mediante la reflexión y el análisis a la aventura de descubrir las múltiples relaciones que existen y existieron entre el montañismo y lo político
Cuando nos referimos al vínculo entre montañismo y política, o a la relación entre la montaña y la política, podemos transitar distintas áreas. En este artículo, intentaremos presentar algunas esferas en donde podríamos dar cuenta de relaciones múltiples entre lo político y el montañismo. Llamaremos politicidad montañista a este conjunto de aspectos político-montañistas que aparecen en un mismo acontecimiento.
Como bien advertimos, lo político y el montañismo tienen diversos andariveles. Uno de ellos sería el trekk, es decir, el simple andar transitando diversos terrenos agrestes.
Dentro de esta órbita, se podría hacer referencia, por ejemplo, al trekk romano, atendiendo al parámetro del ritmo de marcha que mantenía el ejército romano de 24 km en 5 hs con 27 kg de carga en la mochila.
O también al trekk de los Tercios españoles por el Camino Español desde Italia hasta los Países Bajos.
Asimismo, podemos referenciar aspectos políticos en el relieve montañoso desde la óptica de la montaña como obstáculo y como teatro de operaciones militares.
Por otro lado, es posible advertir, en escritos sobre la naturaleza montañista, el anarquismo literario de Élisée Reclus -geógrafo francés, miembro anarquista de la Primera Internacional y creador de la geografía social, y los sentimientos de montaña; como así también la intervención política de un amante de la orografía, como es el caso del español Pedro José Pidal, político, jurista, periodista, escritor cazador, y deportista español. Como diputado y senador impulsó la creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Asumió una dinámica conservacionista respecto de la naturaleza.
En otro sentido, también puede considerarse el surgimiento de la Generación Zenith durante la entreguerra, cuando comienza a masificarse la internación en la montaña, arrastrando en ella otros principios y valores que hasta ese momento no solían desenvolverse en el ambiente montañista. Analistas de la historia del montañismo, como Georges Sonnier y Roger Frison-Roche, fueron muy críticos con esta etapa.
De otra manera, también se puede hacer referencia a la montaña al vincularla con valores y principios políticos bajo expresiones que llegan hasta la propia propaganda política partidaria.
Este último caso, puede evidenciarse desde cómo el nacionalismo recrudecido, a partir de la década del ’20 del siglo pasado, condicionó el lenguaje en la montaña y el sentimiento hacia ella que hasta entonces se experimentaba.
La retórica de conquista nacionalista podía observarse en esa época desde los discursos fascistas y nazis, posteriormente podían identificarse en las propagandas estalinistas. El mismo Reinhold Andreas Messner, la primera persona del mundo en escalar las 14 cumbres de más de 8000 metros sin oxígeno, tuvo palabras críticas para con la politización de la montaña.
Debido a este tipo de fundamentación política del montañismo abasteció de insignias a las cumbres y a todo tipo de simbologías. Se adornaban cerros para transformar a la montaña y a las actividades en ella, como medio para justificar procesos políticos en curso. Bustos en las montañas, de cualquier figura y nación, desde los de Juan Domingo Perón y Eva Perón, junto al escudo del Partido Justicialista, en el Aconcagua hasta el de Vladimir Lenin en el Lenin Peak, son ejemplos de cómo lo político propagandista inundaba la práctica montañista.
El montañismo también tuvo sus manifestaciones en la lucha política por la defensa de las montañas y del medio ambiente, e incluso en el fomento de la práctica montañista misma. El caso de Arne Naess, fundador de la ecología profunda y el más reputado filósofo noruego del siglo XX, y su militancia ambiental es un ejemplo de esto.
Finalmente, también podemos considerar la actividad de Eduardo Martínez de Pisón, catedrático emérito de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid, geógrafo, escritor y alpinista, en diversas iniciativas de proyectos y declaraciones presentadas en el Congreso de España. Por ejemplo, su participación en la conmemoración de los cien años de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada hace unos meses, durante 2023.
Ahora bien, por otro lado, también puede advertirse cierta politicidad montañista entre algunos linkeos que se pueden establecer desde el territorio de la ciudad y el espacio geográfico montañista. Y es aquí donde podemos dar cuenta de cierta ingeniería y/o arquitectura que, al presentar determinada estructura, nos posibilita apreciar un movimiento pendular: desde la urbe condicionando a la montaña y viceversa.
En los últimos años se han desarrollado diferentes tendencias y acontecimientos, tanto en la montaña como en la urbe, que tenderían a ir modificando cada uno de estos espacios. Un primer punto a tener presente es que si hablamos del cambio climático, debemos obligarnos, en las urbes, a la construcción de cierta jerarquía piramidal de priorización del traslado de los citadinos.
Esta nueva pirámide de tránsito o de movilidad, que varios investigadores proponen para disminuir la aceleración del calentamiento global, ubica al caminante/peatón en la cúspide de la misma: veredas más anchas y calles más angostas se planifican para las ciudades del futuro para promocionar un nuevo hábito citadino para el cuidado del ambiente.
Una nueva ingeniería del espacio citadino, una nueva política de hábito y de vinculación con la Tierra, pareciera que se vincula con la promoción del ciudadano caminante para la salida del calentamiento global. Esto permitiría el desarrollo de un nuevo sujeto sociológico: el citadino trekkinero. Con ello, se crearía otro hábito desde otra disposición física, mental, espacial y temporal. De este modo, novedosos trazados de itinerarios se esperan desde las nuevas reglas de traslados. El elogio del caminar, tan sostenido por Henry David Thoreau, es reflotado en nuestros tiempos de la mano de autores de obras literarias como Shane O´Mara y Nicolás Cerruti, autores del libro Elogio del caminar..
Por otro lado, ¿no es en la naturaleza, en la montaña, donde desplegamos con mayor completitud este arte de caminar, de trekkinear? En este sentido, la montaña se presenta como espacio geográfico y político para desarrollar esa práctica: la del caminar. Se percibiría, de este modo, un trekking que se desenvuelve mayormente en la naturaleza (o en la montaña), como dijimos, trasladado a la urbe: trekkineros urbanos, como bien manifestamos.
Frente a esta situación, nos podemos permitir pensar algunas cuestiones: ¿La inclinación a un modo de vida que se adecúa a los nuevos tránsitos en ciudades por el cambio climático provocaría una tendencia hacia el ejercicio/entrenamiento? ¿Trasladaremos la actividad de aproximaciones o trekkings en la montaña a la ciudad y, con ello, su mismo talante de movilización, de tiempos, etc.?
Otro punto interesante para evaluar los puentes entre el espacio de montaña y el urbano, es el relativo a cómo el capitalismo global debora barrios y arquitecturas en las ciudades a partir de la especulación inmobiliaria, por un lado, y del llamado “turicismo”, por el otro. ¿No se encuentra también la montaña afectada por tal vorágine globalizada, y su entorno modificado a partir de motores capitalistas, entre otros? El “turicismo” montañés es claramente responsable de las modificaciones del espacio natural en diferentes montañas, con las consecuencias ambientales que ello implica. De esta forma, vemos cómo pueden trazarse paralelos entre la montaña y la urbe; cómo ambas pueden condicionarse entre sí, tanto para lo bueno como para lo no tan bueno.
Ahora bien, frente a estos nuevos diseños que se están planteando en distintos territorios, ¿cómo interviene el espectro montañista (con principios, valores, emociones, sentimientos, pensamientos y objetivos)? ¿Es posible delinear cierta política para con estos entornos, advirtiendo y promoviendo cómo se expresan –o cómo deberían expresarse- diversas manifestaciones organizacionales y de conductas?
La atención y la deliberación sobre estas cuestiones permiten, mínimamente, considerar el terreno en el cual nos desenvolvemos y, junto a ello, el hábito que adquirimos en tal tránsito. La preocupación sobre la contaminación ambiental y la aceleración del calentamiento global, la intervención humana -ética y estética- en la naturaleza, como algunos otros casos más, obligan a abordar tales aspectos desde un prisma político.
En relación a lo anteriormente expuesto, se podría pensar otro aspecto de carácter político con relación al ámbito de la montaña: que la montaña adquiere la configuración de cierto “hábitat natural” para las buenas conversaciones. El arte de conversar requiere de un espacio acondicionado por geometrías de silencios y pausas que permitan escuchar y ser escuchado. Esto último se puede brindar, fundamentalmente, cuando la conversación ocurre en grupos reducidos. Y el espacio de montaña es un sitio donde hay mayor disposición para la conversación: tanto para manifestar lo que uno entiende o siente, como así también para escuchar lo que al otro le parece sobre determinada cuestión.
El ámbito de la montaña permite generar un clima dialoguista particularmente ameno, acorde al espacio natural que lo rodea y a la cantidad de agentes que intervienen en ella. El espacio de montaña permite la distancia para con los conglomerados humanos de las ciudades que a veces aturden, aceleran e imponen maneras de pensar, sentir y desear. ¿Necesitamos internarnos más en la montaña para compartirnos? ¿Podemos trasladar esa actitud de diálogo cuando volvemos a la urbe?
Es interesante, para repensar estas cuestiones, remitirnos al filósofo Aristipo de Cirene (435 a. C.- 350 a. C.), discípulo de Sócrates, quien promovía un carácter político forastero contra el ethos (conducta, costumbre) de la polis.
La aventura y el fronterismo eran sus perspectivas de modelación ética y estética. El nomadismo, el movimiento, el andar, el trekk, el caminar, procurarían una formación de valores y sensaciones que harían que elaborar principios éticos y estéticos más rigurosos y precisos. Aquí podemos dar cuenta de cómo el placer que en ello se expresa (en el andar, en la aventura, en la frontera) acude permanentemente hacia una búsqueda constante de felicidad y bienestar al salirse de lo acostumbradamente sedentario, monótono, homogéneo.
De igual forma se manifiesta con el carácter expedicionario, cuando ese movimiento físico ocurre desde la necesidad de internarse en terrenos diferentes a los cotidianos, experimentando la naturaleza en su mayor expresión, alimentando pensamientos y sentimientos desde percepciones y emociones múltiples y poco transitadas. Esta política colabora con el trekk, con el animarse a andar. Incluso, el modo de concebir lo ético, lo estético y lo político afirma un espíritu de cierto montañismo genuino de internación territorial en búsqueda de espacios no multitudinarios. ¿Esta política colabora para con la conformación de grupos reducidos en espacios más abiertos que posibiliten la buena comunicación y el bienestar individual y colectivo?
Por otro lado, ¿no proporciona la montaña una mayor autonomía y autodeterminación en el compromiso para con la actividad a desarrollar en tal espacio? Esta autonomía facilita todo trabajo introspectivo y, por lo tanto, político, en tanto que permite generar bases para la práctica del acto voluntario genuino por un conocimiento de sí mayor.
No en vano se consideran a los cantones suizos como referentes de la democracia directa, expresión máxima de igualdad y libertad en orden socio-político alguno, como así también de la autonomía de un gobierno para el ciudadano.
El país alpino por excelencia abreva en una tradición que pareciera ser deudora de cierta condición geográfica. Desde ya que todo planteo político desde el espacio y las condiciones de los agentes a llevarlo a cabo debe consolidarse con cierto andamiaje organizativo que permita relacionarse con cierta ética institucional, en determinada estructura orgánica política: democracia centralizada, plenarios, congresos, balances, comunicación interna, desarrollo de la crítica, pedagogía educativa, promoción de responsabilidades, dirección colectiva, etc.
Pero pareciera ser que el territorio de montaña puede conducir a estas formas de comunicación y organización social. El espacio comunitario, solidario, que puede procurar el ambiente de montaña -frente a las distintas adversidades que el individuo debe afrontar en tal territorio- es un reactor propicio para una dinámica organizativa. Y con ello, volvemos a lo mismo: ¿es posible trasladar este ánimo hacia las urbes?
Por último, y a modo de conclusión podemos sostener que existe una posibilidad de desenvolver cierta filosofía política del montañismo si pensamos a esta actividad como la acción para intentar circundar las partes más elevadas e intentar establecer un nexo con la atmósfera. Ya Carlos Alfonso podía invitarnos a pensar en esta cuestión desde su obra de 1971, Crónica de los Picos de Europa, cuando describía cierta arquitectura orográfica:
“Apetecemos la montaña –debemos apetecerla- por su apartamiento… El mundo de la montaña es, en efecto, pluridimensional: tiene altura, longitud, grosor… e interioridad; ésta viene a ser su cuarta dimensión”.
Pero también podemos pensar aristas políticas en torno a las montañas desde las consideraciones actuales sobre el medio ambiente y los acontecimientos políticos del momento. ¿Cómo pensar la guerra y el efecto de deterioro ambiental que ello tiene? Por otro lado, al considerar los partidos políticos de gobierno que desenvuelven diferentes acciones en diversos puntos del planeta: ¿cuál es el rol de los partidos verdes en todo el mundo cuando en varios países apoyan gobiernos y propuestas parlamentarias que impactan negativamente en el trato para con el cuidado del medio ambiente?
En Argentina, ejemplos como los del reciente Chubutazo, cuando en 2021 el pueblo de Chubut se levantó en las calles frente a una ley pro minera, permiten suponer que no todo es medible bajo la vara del capital.
Por otro lado, ¿la defensa del medio ambiente va en contra de los gobiernos tradicionales capitalistas? ¿La defensa del medio ambiente sería anticapitalista? ¿Es posible considerar al ambiente no como medio del capital sino al capital como medio para el ambiente?
Quizá esto último es una contradicción porque el capital nunca puede favorecer aspectos medioambientales porque el capital sólo se coloca a sí mismo como fin y causa de desarrollo. Entonces ¿Qué hacer?. Pareciera que el cuidado del ambiente, en general, y el de las montañas, en particular, requiere de una profundización mayor de pensamiento político con el correspondiente accionar militante para que sea la montaña quien establezca los criterios de organización social en nuestras comunidades.
De esta manera, intentamos establecer diversos ángulos sobre estas cuestiones que atraviesan a la montaña bajo el prisma político. Es necesario considerar distintas cuestiones en relación a las diferentes problemáticas que emergen desde este plano para poder alcanzar mayor lucidez en nuestros actos de conciencia, lo cual permitirá, sin lugar a dudas, establecer un mejor vínculo para con el ámbito agreste y montañés.
Entender los límites, los beneficios y los perjuicios que se desenvuelven entre lo político y la montaña es un compromiso activo y constante para toda persona que entiende a la montaña como espacio nutricio.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023